Hace pocas semanas, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) lo había homenajeado durante la inauguración de la exposición Tercer Ojo: la sala que alberga las obras de la colección permanente fue designada con su nombre, Ricardo Esteves. Aquel día, Eduardo Costantini -fundador y presidente honorario del Malba, junto a la titular del museo, Teresa Bulgheroni, y la periodista y crítica de arte Ana María Battistozzi- destacaron la influencia de Esteves en la construcción de la colección el museo desde 1982. “Colocar el nombre de Ricardo en la Sala hace honor a la verdad, él es parte insoslayable de la colección y siempre estaremos agradecidos”, dijo Costantini, su amigo.
Pero Esteves -notable referente cultural de nuestro medio y mucho más, impulsor de encuentros empresariales, sociales y políticos, especialmente en épocas críticas de nuestro país como 2001/2002-, no pudo disfrutar aquel homenaje. Acaba de morir, a sus 75 años.
Como uno de los impulsores del Malba, fue clave para la adquisición de piezas fundamentales de su colección: Diego y yo (1949), de Frida Kahlo; Baile de Tehuantepec (1928), de Diego Rivera; Tragedia del Pongo (1932), de Alejandro Yllanes; la escultura Bachué (1925), del colombiano Rómulo Rozo, y Las distracciones de Dagoberto (1945), de Leonora Carrington, entre otras.
“Todo lo hizo por amor al arte”, destacó Costantini, quien fundó el Malba en 2001 y contó con Esteves para la adquisición de otras obras relevantes, entre ellas las de Xul Solar.
Esteves nació el 25 de mayo de 1949 en Salto, Uruguay, pero se educó en Concordia, la tierra de su madre. Desde joven se instaló en Buenos Aires y se dedicó a emprendimientos inmobiliarios. De aquella época también conservó una profunda amistad con Jorge Bergoglio, ahora Papa Francisco. Este lo había llamado hace pocos días, interiorizado sobre su delicada salud.
Junto a sus actividades empresarias (integró los directorios de grandes firmas como Bunge y Born, Disco, IRSA y el Banco Francés), promovió distintos foros y encuentros de referentes políticos y sociales. Entre ellos el Foro Iberoamérica en el 2000, convocando a personalidades como el Premio Nobel, Gabriel García Márquez, el ex presidente del gobierno español Felipe González y el ex presidente uruguayo Julio Sanguinetti.
Eran frecuentes sus recorridas por museos, galerías y talleres, también la “usina de pensamiento” que representaron sus columnas en Clarín y La Nación, junto a El País en España. Y su vocación de difusión del arte latinoamericano que se concretó con los libros y láminas de edición del Banco Veloz a fines de los 90 y que se destinaron a escuelas de todo el país.
Se dedicó también a la recuperación del acervo tanguero, al mantener grabaciones de antiguos discos de Troilo, Pugliese, D’Arienzo, Canaro y muchos creadores más.