“Cuando sea mayor me compraré una clase sólo para jugar”, dice el pequeño Nicolás. Sus ocurrencias y travesuras llenas de inocencia, ponen en jaque a sus amigos y a su familia, especialmente a su papá, a quien más de una vez deja mal parado ante el vecino, la policía o la maestra.
Pero, ¿quién es este niño de cabello revuelto y sonrisa pícara que logra trastocar las ordenadas costumbres de una familia francesa de clase media, en los años sesenta y por qué lo estamos recordando ahora?
El pequeño Nicolás, junto con Astérix y Obélix, es una de las creaciones más famosas del historietista francés René Goscinny –que entonces firmaba como “Agostini”– y el ilustrador Sempé y lo estamos recordando ahora porque Libros del Zorzal sacó una preciosa reedición de la historieta original.
La obra se publicó por primera vez entre los años 1956 y 1958 en la revista belga Le Moustique. Luego, a partir de 1959, fueron las revistas Sud–Ouest Dimanche y Pilote las que albergaron las historias de El Pequeño Nicolás, en forma de relatos cortos ilustrados. Durante los años sesenta la serie alcanzó una enorme popularidad y llegó a venderse en millones de ejemplares más de treinta países.
Nicolás vendría a ser como nuestra Mafalda, del genial Quino, aunque con algunas diferencias sustanciales. Es decir, ambos personajes pertenecen a una familia de clase media de los años sesenta. Nicolás, en Francia y Mafalda, en Argentina; ambos tienen una barrita de amigos con la que hacen travesuras.
Sin embargo, mientras Mafalda “milita”, a su manera, por la paz en el mundo, con apreciaciones agudas y filosas de crítica política y social, Nicolás está más ocupado en divertirse, ir contra la corriente, volver locos a sus padres; ir al cine, jugar, “hacer lío”, en fin… ser un niño. Se podría decir que Nicolás es el prototipo del niño común inserto en una familia común en aquel contexto.
La voz de los expertos
“La obra se inscribe en la noble corriente de series centradas en niños traviesos y en sus experiencias en contextos de cotidianeidad ante la cual imponen su mirada tan prístina como lúcida, y siempre divertida», dice el investigador José María Gutiérrez, director del Centro de la Historieta Argentina de la Biblioteca Nacional.
El investigador explica que se trata de una corriente antigua en la novela popular y es primordial entre las de los orígenes de la historieta: “Creo que aún más que todo aquello que pudo haber influido en las creaciones de Goscinny (el monumental Astérix, el mejor Lucky Luke, tal vez Iznogud), Nicolás es el que se ofrece más diáfanamente para apreciar el refinado humor del autor y el que mejor nos acerca a su corazón, ya que en él no prima la parodia de personajes clásicos de aventuras, sino que ha volcado su propia experiencia de aquel niño que supo ser y conservar”.
“Es muy interesante –continúa Gutiérrez– porque, Goscinny vivió su infancia y pubertad en la Argentina. Tal como expone César Dacol en la introducción de la edición integral de Umpah–Pah, que hizo Libros del Zorzal, en la formación del autor que llegaría a ser es clara y reconocida la influencia de la historieta local”.
El directivo de la Biblioteca Nacional reflexiona: “El pequeño Nicolás es un niño francés viviendo en Francia: es la proyección del pequeño Goscinny en el contexto que no pudo vivir, y la línea exquisita, y también diáfana, de Sempé profundiza aún más esa poética. Quizás sea la obra más profunda de Goscinny. Las similitudes y diferencias entre su personaje y su barrita de amigos con Mafalda y su propia barrita ilumina el diálogo entre las historietas argentinas y las francesas, sus potencias y sus límites, aquellos rasgos identitarios que las singularizan de otras. Es extraordinario poder leerlas en nuestro país, ya que la enorme y justa popularidad que obtuvo en Francia no tuvo la misma suerte aquí. Particularmente poder leer la producción historietística es algo para celebrar”, expresa Gutiérrez.
“Es un libro cuya historia me impactó”, confiesa el profesor argentino Diego Chotro, director de la Alianza Francesa de Belgrano.
“En el momento que lo leí, tenía 10 años, me encantó porque es una colección de historias cortas que narran las experiencias cotidianas de Nicolás y sus amigos en la escuela”, rememora.
Y agrega: “A través de sus aventuras, se exploran temas como la amistad, la rivalidad, el humor y la imaginación. Niño travieso pero muy curioso, y no sé si puedo acercarlo al mundo imaginario y súper inteligente de Mafalda. Es un clásico de la literatura francesa y creo que el humor emanado de Nico deleita, aún hoy, al lector de cualquier edad. Fue grato leerlo, regalado por una tía que me hizo conocer el mundo de una escuela primaria en Francia, gracias a la genialidad narrativa de los autores (Goscinny y Sempé), con sus textos y dibujos que me hicieron viajar en ese mundo de la infancia. Lo leí nuevamente ya siendo adulto y experimenté las mismas emociones. Es un ícono para recomendar », concluye el profesor.
Por su parte, la francesa Audrey Lang, creadora de los talleres virtuales de francés para niños Coco et Piaf, que vive en la Argentina desde hace 7 años, se emocionó al ver El pequeño Nicolás en las vidrieras e Buenos Aires: “Me dio mucha nostalgia pero también alegría, es muy tierno. Yo crecí con la lectura de ese libro, casi te diría que es una lectura familiar, mi papá lo leía, yo lo leía con mis abuelos, está muy presente en la cultura francesa en general y, en particular, en la mía. Incluso, te contaría que inspiró un poquito mis talleres de francés para niños. Creo que en el tono define muchas cosas de cómo se describe la infancia en Francia”, expresó Lang.
–¿Qué es lo que dice El pequeño Nicolás de la infancia en Francia?
“Bueno– reflexiona la especialista– Yo lo llamo en francés espièglerie (se traduce como alegría, travesura o picardía) porque es un mundo donde el respeto a la autoridad está muy presente, en una Francia un poco conservadora, una sociedad con buena salud económica, con normas muy fuertes, respeto a la autoridad de los padres, de los docentes, entonces, para los niños la forma de ser un poco rebelde es la espièglerie, de hacer un poco de lío, pero siempre de una forma muy tierna”, dice Lang y evoca: “Mi padre leía mucho una BD (historieta) que se llama Quick et Flupke, a mis abuelos también les gustaba mucho, yo creo que entra un poquito en esta tradición y después fue Le Petit Spirou, que también fue inspirado por El Pequeño Nicolás”.
“Hace mucho tiempo que leí El Pequeño Nicolás, en la escuela primaria, más de 50 años atrás”, evoca la profesora francesa Béatrice Bernard, nacida en Rennes. “Podría decir que amé muchos esos libros, tengo toda la colección. Goscinny, que ha vivido en la Argentina y que ha escrito también Astérix y Obélix pero también Sempé, son autores muy apreciados por la comunidad francesa en la Argentina”, dice la profesora.
“Tenía diecisiete años cuando lo leí por primera vez”, recuerda la docete y traductora argentina de 29 años recibida en el Lenguas Vivas Carolina Torres Painemilla, que enseña francés en la licenciatura en gerenciamiento intercultural de la Universidad del Salvador y trabaja en la librería especializada en libros franceses Las Mil y Una Hojas.
“A la par de las competencias lingüísticas, aprendíamos la cultura francesa. Leí El pequeño Nicolás en francés y fue un aprendizaje inmersivo de la cultura francesa. Es una historia que te enamora, la colección es muy linda, la verdad que es una gran noticia que se reedite ahora en castellano”, opina Painemilla y agrega “Nicolás es un ‘colgado de la vida’, pienso en un paralelo con Papelucho, de Marcela Paz. Son personajes que despiertan empatía muy fácilmente porque sus emociones son inocentes, como las de un niño de esa edad”, puntualiza.
Del BD al libro
“El pequeño Nicolás se popularizó en la Argentina entre la comunidad francesa cuando empezó a salir en formato de libros ilustrados por Sempé a partir de 1954, si bien anteriormente quienes estaban abonados a la revista Pilote habían ya tenido contacto con el personaje”, asegura la profesora Elisabeth Devriendt, que enseñó Literatura Francesa durante treinta años en el Liceo Franco Argentino Jean Mermoz.
“Fueron, sin duda, esos pequeños cuentos cortos reunidos en una serie de volúmenes, los que rápidamente ganaron el corazón de los niños francófonos. En aquel entonces, su pequeño formato (15 por 18 centímetros), su letra grande y legible y las deliciosas ilustraciones de Jean–Jacques Sempé hicieron de los textos de Réné Goscinny un perfecto libro para los jóvenes lectores”, considera Devriendt.
La profesora de larga trayectoria cuenta que “Goscinny y su hermano Claude, seis años mayor, habían pasado toda su infancia y la escolaridad en el Collège Français de Buenos Aires, en la calle Pampa al 1900, en los años cuarenta. Inmediatamente, esa generación de pares franceses y argentinos escolarizados en el mismo colegio, que siguió vigente hasta 1969, reconocieron el ambiente: los salones de clase con bancos de madera de a dos, tinteros, un colegio con “une cave” (eran casas antiguas, que tenían una bodega), y los personajes adultos: las maestras, el preceptor, el director, el inspector, El Pequeño Nicolás y sus compañeros, todos parecían haber convivido con ellos en los patios del Collège Français”, dice la docente, no sin cierta poesía.
Devriendt afirma: “Aunque las historias y los escenarios son atemporales y podrían corresponder a cualquier colegio de Francia o de Argentina, creo que para las generaciones que vivieron el auge del Collège Français de Buenos Aires, El Pequeño Nicolás contenía claves secretas que lo hacían doblemente ¨sabroso¨. Reconocer a M. Lhande en el personaje del Bouillon, y la seriedad de M.Crespin y las recorridas de los inspectores, las fotos de clase y el protocolo de su montaje, por ejemplo, considera la especialista nacida en París y que vive en nuestro país desde hace cuarenta años y agrega:
“A diferencia de Mafalda, más o menos su contemporánea, que es una niña de clase media que reflexiona sobre el mundo y parece una adulta. Nicolás juega transmitiendo directamente en su inocencia el mundo mental de un niño de 7 años y lo que observa o capta de las relaciones con los adultos y con sus compañeritos. Y es esa frescura lo que nos sumerge de lleno en el mundo infantil y constituye la alegría de leerlo y hace que para la comunidad francesa de todos los tiempos sea el libro que ofrecemos a los niños de la misma edad en cuanto empiezan a leer”.