Su obra es de todos hace tiempo: de sus colegas, editores prestigiosos y miembros de la Academia Nacional de Periodismo que ayer lo recordaron, en un encuentro muy emotivo en el hall central del Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD), de sus compañeros de redacción, con quienes compartió experiencias, y de sus lectores. Incluso de aquellos caricaturizados que, más de una vez, pese a la ironía de sus ilustraciones, le pedían los originales de sus trabajos.
La muestra “Hermenegildo Sábat, maestro del retrato” concluirá el próximo domingo, luego de cuatro meses exitosos. Pasaron por el MNAD más de 120 mil personas. Un récord para un artista, dibujante, periodista, autor de libros maravillosos, que partió hace casi seis años, a los 85 años.
En una charla impulsada por la Academia Nacional de Periodismo que Sábat presidió, se reunieron los académicos José Ignacio Nacho López (quien hoy ocupa el sillón Manuel Belgrano); Ricardo Kirschbaum, secretario general de la Redacción de Clarín; Joaquín Morales Solá (hoy analista político de La Nación pero que recibía sus ilustraciones durante la guerra de Malvinas en este diario); Eduardo Van der Kooy, editor y secretario de Redacción de Clarín, coordinados por el periodista Pablo Sirvén. La idea del encuentro, titulado “Memoria periodística”, fue recordar a Sábat en su trabajo como caricaturista, pero también como compañero del espacio profesional.
Reconocido hace un mes como Personalidad Destacada de la Cultura y, sin duda, el mejor vocero presidencial en 40 años de democracia (lo fue del Presidente Raúl Alfonsín, en los primeros años de una democracia en vilo), José Ignacio López hizo –tal vez sin querer- un anuncio: está en proyecto la realización de un documental sobre Menchi Sábat. Y si, como le cuenta a Cultura el director del Museo Decorativo, Hugo Pontoriero, la expo fue visitada por mucha gente joven, es un proyecto muy auspicioso que exista un registro audiovisual del inolvidable artista.
Tras agradecer a su viuda Blanca, y a sus hijos Rafael y Alfredo Sábat (quien heredó el gen y el oficio paterno), López dijo luego haber prestado tanta obra inédita para la muestra, que “nadie como Menchi retrató mejor nuestra larga decadencia, nuestra inestabilidad permanente, la crisis moral de las dirigencias, el derrumbe económico y social, la tragedia de la dictadura. Nadie como él nos interpeló con toda esa historia que está sobre los hombros de todos nosotros”. Y agregó: “Menchi no se fue. Está entre nosotros, interpelándonos a través de sus dibujos. Es un «Imprescindible», y lo es en este tiempo. Pocos como él contribuyeron de tal manera al ejercicio de la libertad de expresión en todos los tiempos y a la recuperación de la democracia. Según Nacho López, la exhibición de Sábat es el mejor exponente de “una memoria para construir” y no para dividir.
Tras mencionar a sus compañeros de mesa, Kirschbaum, Morales Solá y Van der Kooy, que compartieron horas intensas de redacción con Sábat, el académico anunció el video que se proyectó seguidamente, donde se pudo ver a Sábat conversando primero con Hugo Alconada Mon, durante una entrevista, y luego con Graciela Fernández Meijide, en los que cuenta con pocas palabras su proceso de creación: “El asunto es dibujar las ideas que vos tenés. Cuando me preguntan qué pensaba cuando hice determinado dibujo, creo que tiene que ver con el momento que vivía en ese instante. Y por otro lado sé que hay límites, lo que no significa que un dibujo mío no vaya a publicarse. No es un juego ver un dibujo publicado”, dice Sábat en el video.
Con varios de sus retratados, Sábat tuvo luego una amistad. Por ejemplo, con Dante Caputo y Juan Sourrouille, Canciller y Ministro de Economía respectivamente durante el gobierno del presidente Alfonsín. Con su sentido del humor austero dice Sábat, amante del jazz y del tango, en el video: “Dormir es lo que mejor hago y nadie me felicita por eso”.
Sirvén, quien coordinó a los participantes, acotó que “con Menchi se terminaba esa tensión entre la palabra y la imagen que existe en las redacciones, quizá por esa franqueza y esa simplicidad con que se expresaba”. La pregunta fue si era un humanista quien dibujaba, teniendo en cuenta que también se abrió al mundo de la música, del arte y de la literatura.
Recogió el guante Morales Solá, quien subrayó: “En primer lugar, con Menchi nunca hubo tensiones. Fue el mejor analista político de su tiempo. No recuerdo haberle pedido algo en particular. Tenía una singularidad y es que con pocos trazos y ninguna palabra decía muchas cosas. Sin dudas de aquella época (en la que Morales Solá era el segundo hombre a la cabeza de la Redacción de Clarín). Recuerdo el dibujo titulado “Las viudas”, en la época en que terminaba la dictadura militar y empezaban las impugnaciones por los derechos humanos; todo eso se expresaba en ese grupo de altos jefes militares. Desde el poder nadie se quejaba”.
Morales Solá recordó luego la cantidad de gente “importante que pedía los dibujos de Menchi. Pero no las copias, sino los originales en los que los había dibujado”. Y agregó que su aspecto de “hombre duro” era para esconder su timidez», “no recuerdo haberlo visto enojado.
Cómo lo recordaron sus compañeros
De inmediato Ricardo Kirschbaum se refirió al famoso dibujo de Hermenegildo Sábat que causó un gran revuelo en el país: Sábat dibujó a la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner con dos tiritas cruzadas sobre la boca, en medio del conflicto con el campo por el frustrado proyecto de retenciones móviles, ideado por el entonces Ministro de Economía kirchnerista, Martín Lousteau.
El hecho ocurrió en 2008 y la presidenta usó por primera vez el atril público, durante un acto en Plaza de Mayo, para atacar a un periodista a quien acusó de enviar “un mensaje cuasimafioso”. Así lo recordó Ricardo Kirschbaum. Un año antes lo había acusado de “machista”.
Kirschbaum recordó el momento como “algo muy particular. Fue el famoso dibujo donde esa Cristina, con las tiritas en la boca, aludían a que hablaba demasiado. Y ella había dicho que la querían censurar. Pero Menchi nunca contestó. Salvo una vez que escribió un texto que tengo guardado, citando a un músico de jazz que hablaba sobre los códigos no escritos de la mafia. Es la única referencia que hizo sobre el hecho. Nunca quiso hablar sobre el tema”.
El secretario general de Clarín agregó un recuerdo: un general muy prominente hizo llegar a la redacción un mensaje y era que si Sábat lo seguía dibujando, iba “a aparecer flotando en el Río de la Plata”. Kirschbaum continuó: “El periodista que en ese momento cubría Ejército trajo esta recomendación al diario. Y Menchi respondió: ‘Bueno, yo soy rioplantese‘”. Lo que provocó sonrisas perplejas en la audiencia, que colmó ayer el hall del MNAD.
“Quiero aclarar algo y es que Menchi era un periodista que iba a la Redacción todos los días porque necesitaba un contacto más cercano con lo que se estaba cocinando –compartió Kirschbaum–. Uno hablaba con él sobre lo que iba a escribir y él hacía lo que quería, pero se adaptaba a los espacios del periodismo. No era un artista que hacía su obra con independencia del vehículo donde sería publicado. El sabía de qué se trataba y dónde se iba a publicar su dibujo”.
Y contó que en la redacción de Clarín hay un dibujo de Sábat, al estilo de un retablo, que retrata desde la presidencia de Roca hasta Menem, sentado en el sillón de Rivadavia.
Kirchsbaum rindió un sentido homenaje a Sábat al señalar que el dibujante “dijo muchas más cosas que nosotros en épocas muy difíciles. El se animaba a decirlo de una manera mucho más sutil. No era directo, sino simbólico”.
Luego lo recordó Van der Kooy, quien recordó algo entrañable y es que “a veces en la redacción, uno lo veía de espalda en posición de meditación profunda. En verdad, estaba cabeceando. Pero había un aspecto de Menchi para destacar y es que desmistifica con su forma de ser, con su imaginación y con su arte, eso de asociar la rutina como algo burocrático, poco creativo, Menchi era muy rutinario. Iba a la Redacción incluso los feriados, pero esa relación con ese mundo para él era imprescindible y consiguió convertirlo en algo creativo. Demuestra que la creación también requiere disciplina”.
Del encuentro, cálido y colmado de recuerdos, surgieron calificaciones para Sábat como “un clásico”, “un hombre de cultura erudita”, “un maestro” reelegido por unanimidad como presidente de la Academia Nacional de Periodismo, lo que habla de su empatía y de la admiración que se le tenía.
Fue interesante un concepto que compartieron los expositores: Menchi Sábat, un defensor de la libertad de expresión, no necesitaba que nadie le pusiera límites “porque los conocía. Y ampliaba esos límites, lo que nos daba más posibilidades en el periodismo”.
También hubo un comentario jocoso sobre su carácter y sus pocas pulgas. Si había que decirle algo que podía no gustarle, había que pensarlo y enviar en todo caso a quien se atreviera. Pero en todos los casos, se subrayó que buscando nuevos recursos narrativos y nuevas técnicas, Menchi Sábat tuvo un modo singular de relacionarse con el mundo.
Quizá su dimensión, que cruzó fronteras, quede sintetizada en esta anécdota contada por Kirschbaum: “El despacho de Menchi en la Redacción quedó como estaba, intacto. Hace poco vino un dibujante español y se lo mostramos. Y apenas entró se puso a llorar”.