“Los argentinos en el campo de la política son los campeones del gol en contra”
Moisés Naím nació en Libia, pero cuando tenía dos años, su familia se mudó a Venezuela, donde ocupó diferentes cargos de adulto. Hoy vive en Estados Unidos y tiene en su libro Lo que nos está pasando. 121 ideas para escudriñar el siglo XXI (Debate), una recopilación de sus columnas –publicadas entre 2016 y 2023– en las que se ocupa de las dificultades, los asedios y las complejidades permanentes de las sociedades. El escritor describe un mundo en el que las democracias están siendo cuestionadas y el poder ya no es lo que era, pero también en el que todo se acelera. Están pasando cosas, muchas y nuevas a la vez. Es el mundo de lo inédito y de lo simultáneo. De eso, conversó con Clarín Cultura.
–Hay quienes sostienen que después de la pandemia de Covid-19 vivimos en “la era de la ansiedad” y, al igual que usted, hablan de la incertidumbre que genera el futuro. ¿Cómo ve el mundo en este momento?
–Es un claroscuro, ¿no? Sin embargo, sí hay una elevada tensión. Vemos la guerra en Ucrania que se prolonga y es muy fuerte, el Medio Oriente, los palestinos e Israel, Sudán, Yemen, el Líbano, Irán. Hay mucha efervescencia bélica, mucha incertidumbre económica y mucha inestabilidad ambiental. El medio ambiente nos está mandando señales muy claras. Todas las semanas aparece en alguna parte del mundo un fenómeno climático que no había ocurrido nunca antes, con la intensidad y con la frecuencia con la que están pasando estas tragedias climáticas que se cobran la vida de mucha gente y destruyen pueblos enteros. Entonces tenemos incertidumbre con respecto al medio ambiente, a la geopolítica, a las guerras, y ahora apareció la inteligencia artificial que va a cambiar profundamente la experiencia de la humanidad. Vamos a vivir cosas muy diferentes a raíz de esto, algunas muy buenas y maravillosas y otras menos buenas y amenazantes. Todo producto de la acelerada adopción de las nuevas tecnologías de inteligencia artificial.
–El texto que abre el libro es sobre el ataque de Hamás a Israel. Hay mucha efervescencia bélica, pero las guerras del siglo XXI son muy diferentes de las que conocemos.
–Absolutamente, eso es así. Ahora hay guerras de cuarta, quinta generación donde ya no se trata de que centenas, cientos de miles de soldados vistiendo un mismo uniforme invadan o ataquen a otro país que tiene otros cientos de miles de soldados con otro uniforme y entonces se usan tanques e infantería. Ahora estamos en el mundo de los drones, de los aviones no tripulados, donde no hay seres humanos manejándolos, sino que se manejan a control remoto y esos aviones y explosivos pueden ser dirigidos muy precisamente al blanco. La guerra ahora es más cibernética, y todos los modelos de guerra implican eso, más tecnología, más programas y más bots que soldados.
–¿Podría explicar las 3P, las herramientas preferidas de algunas personas en el poder, y cuál es la relación justamente con el poder que “ya no es el que era”?
–Sí, está resultando muy difícil gobernar con éxito. Hay muy pocos dirigentes gubernamentales, políticos, líderes, jefes de estado, ministros, que puedan declararse vencedores y haber alcanzado grandes éxitos en su gestión. Ser exitoso como líder público y político se ha hecho cada vez más difícil. Entonces tienes que enseñarle, darle algo a la gente, porque ya no le puedes dar crecimiento económico, mejores empleos, mejores salarios, mejores servicios públicos. Eso no basta o no es posible, o es menos de lo necesario, y las expectativas son mucho más que eso. Entonces recurren a lo que yo llamo en mi libro la revancha de los poderosos, las 3P, que son el populismo, la polarización y la posverdad. El populismo es una táctica antigua: divide y reinarás. La idea es que hay una élite que controla todo y hay un pueblo noble explotado, apabullado, abusado por esta élite, este clan, este pequeño grupo que abusa del poder. Entonces atacan. El populismo es atacar a ese poder, a esa secta, a ese clan, a ese grupo y entonces así dividir el país. Y entonces con eso logras tener más apoyo. Y luego está la polarización, que siempre ha existido, pero que ahora ha alcanzado niveles mucho más intensos porque tienes toda la amplificación que producen las redes sociales, que es la posverdad, este ambiente de información, noticias, medios, debates, que hacen muy confuso saber en quién creer, qué creer, cuándo creer, cómo creer. Entonces las sociedades están de nuevo ansiosas porque tampoco saben exactamente quién les está mintiendo y quiénes les están prometiendo cosas que jamás serán cumplidas y quiénes los están manipulando. Entonces hay una desconfianza profunda. Nadie confía en nadie. Las 3P no tienen que ver ni con la derecha, ni con la izquierda, ni lo de arriba, ni lo de abajo, simplemente es la realidad de la utilización de estas tácticas para compensar la pérdida de de resultados que tienen los gobiernos.
–Y el poder es más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder también.
–Correcto. Y las 3P se mezclan con esto. Eso no quiere decir que el poder haya desaparecido. Hay centros de concentración de poder muy altos, el Pentágono, El Vaticano, los grandes bancos, las grandes empresas tecnológicas, Google, Amazon, etc. Es esa sensación de estar todo el tiempo pendiente de qué va a salir de esos centros de decisión. Lo que argumento en el libro El Fin del Poder no es que el poder se ha acabado y no existe, sino que está más disperso y dura menos la gente en él. Por aquello de que es fácil de obtener, llegan y sorprenden a todo el mundo. Milei en Argentina es un ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela fue otro ejemplo. Llegan advenedizos, no estaban necesariamente en el radar de los políticos y conquistan el poder. El poder está más disperso, llegan estos no anticipados y descubren que es difícil gobernar y después salen del poder.
–También el sistema político esté siempre en crisis.
–Es que depende de cómo veas la causalidad. El sistema político está en crisis porque no le da a la gente las expectativas que tiene. Pero por otro lado, las expectativas que tienen la gente muchas veces son imposibles de satisfacer. Entonces no les queda sino prometer y prometer hasta tratar de vencer y usar las 3P, dividir el país por polarizar las rencillas, nutrir y exacerbar las identidades, donde la gente ya no tiene una identidad por un partido político, por un país, sino una identidad de género, o a la parte socioeconómica o ideológica, o regional, o artística, o cultural, o religiosa. La gente tiene expectativas muy legítimas: tener buena educación, agua potable, transporte colectivo decente, pero los gobiernos y las estructuras económicas, políticas, sociales, científicas, sindicales, etc impiden su satisfacción. Esencialmente todos los políticos son malos, corruptos, incompetentes. Están ahí sólo para robárselo todo y llevárselo para ellos, sus familiares y amigos. En esos ambientes aparecen las sorpresas y los líderes carismáticos que reemplazan con el carisma las promesas, las denuncias y la retórica. Lo que hace falta es un acuerdo nacional, alianzas nacionales que identifiquen objetivos que puedan ser compartidos por grupos muy diversos entre sí.
–Habla de recesión económica y de la tendencia al peligro de extinción de la democracia, ¿qué le pasa a usted con Venezuela?
–Bueno, como todos los venezolanos decentes sufrimos una gran frustración al no poder estar. Muchos estamos en la diáspora, en el exilio. Los que están allá están perseguidos, encarcelados, hostigados, torturados, maltratados. Era un país maravilloso que se ha convertido en un infierno donde ya 8 millones de venezolanos salieron caminando de manera muy precaria y se han esparcido por toda América Latina, y tan lejos como en Australia hay comunidades de venezolanos que tuvieron que salir escapando de la barbarie que significaron Hugo Chávez primero, y después de su fallecimiento en 2013, les pidió a sus seguidores que pusieran a Nicolás Maduro de presidente. Y llevamos veintipico de años en esta maldición.
–Un año y medio después de que escribiera el texto Bibi, AMLO y la libertad, Andrés Manuel López Obrador deja el poder en México. ¿Cómo es el balance ahora, cambiaría algo de lo que escribió?
–El balance de AMLO no es bueno. Estamos viendo una catástrofe Hubo elecciones, las elecciones las ganó su partido y su candidata, la persona con la cual él trabajó, en quien él confía, va a dar seguimiento a su política. Y antes de irse quiso dejar una reforma judicial que es catastrófica porque despide a todo el sistema judicial, cosa que quizás sea necesario (porque ya muy corrupto e inoperante), pero lo reemplaza por unas elecciones populares nacionales donde todos los jueces son elegidos por el voto. ¿Te imaginas que en un país penetrado por el narcotráfico de una manera tan profunda como lo es México, para estos narcotraficantes llenos de dinero, poner de juez de candidatos en esas elecciones a gente que ellos apoyan con votos y dinero y balas? Vamos a terminar teniendo un sistema judicial donde va a haber muchos abogados de los narcotraficantes apoyados por ellos en las campañas para las elecciones. Eso puede paralizar el país. O sea, ¿quién va a invertir en un ambiente como ese? Es una oportunidad perdida la que tuvo AMLO, porque México está localizado perfectamente bien para aprovecharse de las nuevas tendencias de mercado mundial y, sin embargo, no lo hizo porque se dedicó a rescatar ideas del pasado.
–¿Cómo ve las cosas en Estados Unidos a poco menos de dos meses de las elecciones?
–Yo creo que no hay ningún observador objetivo que te pueda decir que está seguro o segura de cuál es el resultado. Los que están a favor de uno y a favor de otro. Tienen argumentos, pero al final la historia es una incertidumbre máxima en esta fecha. Y creo que no se va a resolver yendo hacia adelante. Las encuestas no son confiables, en general son defectuosas. Hemos visto cómo han fallado tantas veces en pronosticar los resultados correctamente. Y entonces es una elección histórica, existencial. Si Trump gana de nuevo, EE.UU. va a ser un país en adelante muy diferente de lo que ha sido hasta ahora, y no para mejor, porque las políticas que propone no son las que sirven para solucionar los problemas. Y porque su estilo de gobierno es “divide y reinarás”. Es la polarización al máximo, es la utilización de las redes sociales, todos los defectos y distorsiones que hemos visto. Trump quiere una potencia inusitada.
–¿Por qué el 6 de enero, la toma del Capitolio, pasará a la historia como el día en que Estados Unidos empezó a reparar su democracia?
–Fue un golpe de estado que buscaba impedir la transición pacífica del poder. Afortunadamente en EE.UU. las fuerzas armadas no son deliberantes, no son políticas. Hay mucho respeto por ellas al no meterlas nunca en conflagraciones que son domésticas.
–¿Y cómo ve a la Argentina?
–Durante décadas, cada vez que los argentinos tuvieron que tomar una decisión, tomaron la decisión equivocada. Los argentinos en este campo de la política son los campeones del autogol. Siempre escogieron candidatos insuficientes, inadecuados, algunos de ellos corruptos y bueno, de nuevo la antipolítica reina. No todos son malos, corruptos, mediocres, inaceptables. También es mucha gente decente tratando de ser un país mejor. Pero Argentina necesita urgentemente un acuerdo nacional, una gran alianza para gobernar, donde los grupos en conflicto y en rivalidades, de diferentes tendencias, acuerden tres o cuatro objetivos importantísimos. Que no sea parte del fútbol político, donde se tiran la pelota de uno a otro, sino que haya un acuerdo básico, fundamental, que sea respetado por todas las partes y que tenga como objetivo central ayudar a los más pobres, a la gente que está pasando hambre en Argentina. Y no es sólo un trabajo del gobierno, es un trabajo de toda la sociedad.
–Siempre cierra sus columnas con un consejo, ¿cuál sería en en este 2024 que termina convulsionado?
–Alianzas. Entre grupos que se detestan pero que tienen que trabajar juntos para poder lograr soluciones. Cada vez hay menos problemas que pueden ser atendidos por una sola parte y cada vez más los problemas tienen diferentes causas y consecuencias, diferentes maneras de manifestarse. Y cada vez hay menos problemas que son susceptibles de mejora o de curación por la actuación de un solo ministro, de un solo presidente, de un solo gobierno, de un solo partido. Los países en los cuales se pueden hacer estas alianzas, que son muy desagradables pero necesarias, van a poder tener más crecimiento y estabilidad que los países donde el juego está completamente trancado y la polarización hace que todo el mundo tranque el juego de los demás sin que ninguno tenga suficiente poder como para imponer un programa o un punto de vista. El siglo XXI estará marcado por países que logren el trabajo en conjunto entre diferentes fuerzas y que puedan progresar y tener más estabilidad económica.
Moisés Naím básico
- Nació en Libia en 1952. Es escritor y periodista venezolano. Fue Ministro de Fomento y director del Banco Central de Venezuela durante el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. También fue ejecutivo del Banco Mundial.
- Es Distinguished Fellow del Carnegie Endowment for International Peace, un laboratorio mundial de pensamiento e ideas con sede en Washington D.C., y uno de los líderes de opinión más influyentes del mundo.
- Publica artículos semanales sobre actualidad internacional en diarios de todo el mundo. Ha escrito más de diez libros, varios de ellos bestsellers, traducidos a decenas de idiomas.
- En 2011 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística, que incluye la dirección de la revista Foreign Policy entre 1996 y 2010. Además ha recibido tres veces el premio a la excelencia editorial otorgado por la American Society of Magazine Editors. En 2018, su programa semanal de televisión, Efecto Naím, ganó un Emmy.
Lo que nos está pasando. 121 ideas para escudriñar el siglo XXI, de Moisés Naím (Debate),