La poesía en español celebra el centenario de la publicación de Marinero en tierra, el libro que recogió los primeros poemas publicados de Rafael Alberti, que le encumbró con un Premio Nacional de Poesía de España y que descubrió que «la vanguardia podía ser también un diálogo con la tradición». Así lo define, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, que analizó la obra albertiana días atrás en una mesa redonda en El Puerto de Santa María (sur de España), la localidad natal del poeta.
Su infancia y adolescencia en la costa atlántica española hizo que ese mar se convirtiera para siembre en «su paraíso perdido», en «el telón de fondo de toda su obra», dijo su viuda, María Asunción Mateo. Un fondo, la nostalgia del mar, que comenzó cuando a los 15 años se trasladó con su familia desde El Puerto de Santa María a Madrid. Allí se dedicó en principio a lo que entonces era «su locura», la pintura, recordó su segunda esposa y viuda.
Una afección respiratoria le llevó a combinar su residencia en la capital con la sierra de Madrid, dos espacios en los que entre 1920, cuando la muerte de su padre le llevó a escribir su primer poema – que no conservó–, y 1924 compuso los poemas que unió bajo el título Mar y Tierra.
«En esa época no tenia fe en sí mismo como poeta. Un amigo le animó a presentar el libro al Premio Nacional de Poesía y le dieron el primer premio. Con las cinco mil pesetas que le dieron se dedicó a invitar a los amigos y se compró un abrigo», recordó su viuda.
Cuando, tras la concesión del premio, Alberti fue a recoger el manuscrito vio cómo de sus páginas se caía una nota que Antonio Machado, miembro del jurado, había olvidado dentro y que elogiaba la obra. Tiempo después, al encontrarle en la calle, le quiso agradecer el comentario y éste le dijo «era el mejor».
En 2020 un particular en una subasta en Madrid el manuscrito original de Marinero en tierra, Luis García Montero explicó que este poemario supuso «un acontecimiento» porque descubrió que la vanguardia «podía ser también un diálogo con la tradición, una lectura modernizadora de la tradición».
Alberti, que «había conectado con los movimientos de vanguardia española, sobre todo con el ultraísmo», tiene en su primer poemario un recuerdo de las estrofas clásicas, de los cancioneros medievales, del soneto y del terceto, pero al mismo tiempo hay «un lenguaje muy renovador y muy en contacto con la juventud poética de principios del siglo XX».
En opinión de García Montero, la obra del autor español fue «un éxito» porque supuso «un reconocimiento de la calidad» poética de Rafael Alberti y «le abrió todos los caminos» y consiguió inmediatamente el apoyo de poetas como Juan Ramón Jiménez.
La utilización de estrofas clásicas «con una voluntad modernizadora» caracterizó también la poesía de otros poetas jóvenes que formaron parte en Madrid del grupo de amigos de Alberti como Federico García Lorca.
Marinero en tierra, el título que finalmente tuvo el libro, tuvo siempre «un significado especial» para Alberti. «No es que fuera su libro preferido, pero fue el primero», contó su viuda, que destacó que sus versos están «llenos de pureza, de lo que se llamó la difícil sencillez».
Dar luz al legado
Por su parte, el nuevo director de la Fundación Rafael Alberti, Uberto Stabile, explicó que asume su cargo con el objetivo de dar «la luz que corresponde» al legado del poeta y dejar atrás el «inexplicable» abandono de la institución, en una etapa en la que además quiere alejarla de «ruidos y polémicas».
«Me encuentro un reto, tengo mucha ilusión y muchas ganas, pero también mucho trabajo por delante», dijo el director, quien llega a una Fundación en situación precaria y con tensiones heredadas.
Una de las situaciones extrañas que se ha encontrado es el hecho de que la Fundación no fuera invitada la semana pasada a la conmemoración del centenario de la primera edición de Marinero de Tierra, que puso de manifiesto esta separación entre los poetas que rodearon a Alberti cuando en 1977 regresó a Madrid tras su exilio y su viuda y presidenta de la institución, María Asunción Mateo.
«Todo ese ruido, que lo hay, lo que hace es entorpecer el fin al que todos dicen querer servir, la difusión de la obra de Alberti. Lo que está por delante de todos es dar luz a su obra, porque está apagada, la consecuencia de la polémica es que se ha ensombrecido su proyección», indicó Stabile, poeta y gestor cultural con más de tres décadas de experiencia.
«Aniversarios como éste son un momento para recuperar el interés y dejarnos de polémicas. Yo no voy a entrar en ninguna polémica», aseguró.
La Fundación Rafael Alberti, con sede en el pueblo natal del poeta, El Puerto de Santa María (sur de España), se creó en 1994, en vida del poeta, para albergar su legado. Además de retomar la programación de actividades, que «durante muchos años ha estado parada o ha sido muy escasa», el primer reto del nuevo director será «una actualización de los estatutos» para que a su patronato vuelvan administraciones e instituciones y mejorar el edificio, cuya fachada está «muy dejada» y su interior tienen deficiencias causadas por la humedad.
Estas obras «paliativas y de redistribución de espacios» previsiblemente se ejecutarán en 2026 «con el objetivo de que en el 27, la casa sea uno de los pilares de la conmemoración del centenario de la generación del 27, tal y como lo fue Alberti y su obra».
A su vez, realizará cambios de las exposiciones y mejorará, a través de la digitalización, la accesibilidad a los muchos documentos que alberga, como su correspondencia, para impulsar la investigación y el estudio sobre el poeta.
Una revitalización que emprende mirando al futuro de la entidad y no a su más reciente pasado: «para mí también es inexplicable la situación que la entidad ha pasado en los últimos diez años, dada la talla de Alberti. Hubo otros intereses que no eran precisamente la difusión de su legado. A mí lo que me interesa es lo que queda por delante para ella», afirmó.