El internauta más desprevenido, aquel que intenta navegar por las cada vez más tempestuosas mareas digitales, puede confundirse a Martín Caparrós con un mero analista político. Por ejemplo, el diario La Nación tituló hace un mes: “Martín Caparrós criticó a Milei por el conflicto diplomático con España”. Sin embargo, no sólo es un interesado en cuestiones de debate público o un activo tuitero –tiene más de 178 mil seguidores en la red social X– sino una de las plumas más estilizadas y de las mentes más lúcidas de habla hispana que, también, se preocupa por innovar.
“Un día un poco de corridas. Pero bueno, nada grave”, le comenta a Clarín Cultura, del otro lado del zoom. Vestido con su ya habitual polera negra, reflexiona acerca de su lanzamiento más reciente, innovador desde la forma y el contenido: Vidas de J.M. Una novela interactiva de Martín Caparrós, publicada de manera digital por Revista Anfibia, se trata del primer lanzamiento de este autor en un formato que invita al lector a la participación.
Una suerte de Rayuela de Cortázar pero más compleja y digital. Compuesta de hipervínculos, el lector avanza a ciegas en el recorrido a través de la historia de un tal Julio Méndez quien, atormentado por su padre, seducido por su hermana, se dirimirá entre el desequilibrio mental, la economía, el fútbol y la política. Cualquier similitud con la realidad, es literatura.
Este año, ya había publicado los seis títulos sobre casos policiales que componen la serie Los tangos de Rivarola, con Ñ y Penguin Random House. Ahora, en diálogo con Clarín Cultura, el autor de textos periodísticos clave como La Voluntad o El interior, de novelas como Sinfín o La Historia, ganador del Premio Herralde de Novela y el Ortega y Gasset a la trayectoria profesional, entre tantos otros galardones, profundiza acerca del surgimiento de esta innovadora idea.
Además, comparte su preocupación habitual por encontrar nuevas formas para narrar, la llegada a Anfibia –que también incluye una iniciativa solidaria: donará la totalidad de las ganancias por el libro para colaborar en la reconstrucción de la redacción del medio luego del incendio sufrido en marzo de este año–.
También analiza la política, como no podía ser de otro modo, con preocupación y agudeza a la vez que adelanta para el mes de octubre otra novedad editorial: publicará por Penguin Random House Antes que nada, un volumen de memorias atravesadas por la enfermedad que lo ha obligado a estar hoy en una silla de ruedas.
–¿Cómo surgió el libro?
–Nace de dos momentos distintos. Por un lado, hace años me interesaba por la posibilidad de hacer una novela interactiva. Me impresiona mucho que hace treinta años utilizamos estos aparatos para casi todo pero cuando los usamos para escribir los usamos igual que si fueran una máquina de escribir. Leemos igual que si leyéramos en papel. No nos hemos hecho cargo de ese cambio técnico. Me parece que ya empieza a ser hora de que pensemos qué posibilidades nuevas nos ofrecen estos aparatos que usamos todos los días. Por eso tenía ganas de probar la posibilidad de una novela interactiva en la cual el autor no defina a dónde va a ir el lector sino que ofrezca una cantidad de posibilidades, cada una de las cuales te llevará por caminos distintos. Estaba con esa obsesión a fin del año pasado y en el medio me di cuenta de que tenía otra muy evidente: aparentemente la Argentina estaba por ser gobernada por un desquiciado sorprendente. Un día de esos del invierno madrileño dije: ¿por qué no cruzar ambas obsesiones y ver qué se puede hacer para contar de una manera extraña lo que está pasando? Ese fue el origen de la novelita. Se me ocurrió lo de armar las vidas de un señor que algunos osados podrán identificar con Javier Milei. De ninguna manera pienso que sea así (risas).
–¿Cómo fue la llegada a Anfibia?
–Cuando termino un libro, lo mando a mi editor en Random y sale allí pero, en este caso, por definición, no era posible. Analizando las opciones digitales, pensé en mi amigo Cristian Alarcón y justo en ese momento se quemó Anfibia. Dije: esta es la oportunidad perfecta para tratar de ayudar de alguna manera y encontrar el canal para que se publique esta novela. Ahí le ofrecí que si la quería publicar sería mi forma de contribuir a la recuperación de la redacción. A partir de ahí empezamos a hacerlo.
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El escritor acaba de presentar «Ñamérica», un libro para el que recorrió recorrió 19 países de la región. En un diálogo con la revista Ñ, aseguró entre otras reflexiones que «todo el trabajo de las élites nacionales fue desunir América Latina» y que en la representación global de esta parte del mundo, la figura de los narcos y el reggaetón «copan la parada».
–En los créditos aparecen diseñadores, desarrolladores, ¿tuviste intervención en el armado final digital?
–Entregué una cantidad de archivos en Word. Lo curioso es que es muy fácil crear allí hipervínculos. Entregué todo el material hiperlinkeado. Después, parece que trasladar eso a la pantalla digital para que pudiera difundirse en internet es mucho más complicado. Ese fue el trabajo de los especialistas en donde no me metí. Después hicieron una gráfica e ilustraciones muy buenas.
–¿Tuviste la oportunidad de recorrer la versión terminada?
–Lo estuve mirando un poco. Pero no tengo paciencia. Clickeo demasiado. No me imagino cómo será la lectura de esto. Una de las cosas interesantes de este texto es que necesita una lectura totalmente distinta de lo habitual. No sé cómo será. Dependerá mucho de lo que los lectores puedan o quieran hacer. No sé si, por ejemplo, terminarán por ver el total de los textos ofrecidos o, simplemente, harán un recorrido en el cual queden afuera la mitad. Me da mucha curiosidad, mucha intriga, ver cómo se va a leer algo distinto de lo que siempre se lee.
–Aparecerá seguro el antecedente obvio de Rayuela o los libros de Elige tu propia aventura. Versiones en papel de algo interactivo.
–Algo así con las limitaciones del papel y con más control. Cuando en Rayuela decidís saltarte algo, ves lo que te estás salteando. Ves a donde vas y desde dónde venís. Aquí, una de las cosas que me interesan, es el descontrol. Que uno clickea en una palabra y no sabe qué está haciendo cuando hace eso.
–¿Cómo trabajaste literariamente tu obsesión con el presente? ¿Hay algo de documentación o es pura inventiva ficcional en base a ciertas resonancias?
–En realidad, esas resonancias son producto de lo que me va quedando de leer los diarios. Quería armar un personaje que, de algún modo, fuera una parodia del señor presidente pero que no fuera él. Iba acercándome y alejándome a la imagen que tengo de él que probablemente sea muy errónea. Pero a mí qué me importa. Esto es sobre Julio Méndez. Si alguien quiere pensar que ahí hay más personas, es su responsabilidad. Me gustaba esa idea de cuento pero no cuento, digo pero no digo. Esta especie de carácter entre hurgón y reticente.
–¿Te divertiste escribiéndolo?
–Sí. La pasé bien. Tenía que inventarle vidas. Inventé pura fantasía. Tiene ese carácter farsesco. Es una tentativa de reírse de una situación de la que uno, en principio, tendería a llorar. Entonces hay que buscar la manera de reírse de esas cosas. Yo me reía. Espero que alguien más también se ría.
–Al final lo cruzás con el verdadero Javier Milei.
–Aparece, para que nadie se confunda, el pobre Julio Méndez no puede presentarse de candidato a presidente porque está gobernando un señor Milei. Le dicen bueno, no te preocupes, no va a durar mucho.
–Por momentos aparecen ciertas ideas, como que Julio Méndez quiere salvar a la Patria. ¿Deslizaste algunas hipótesis o fue sólo un ejercicio literario?
–Uno de los sectores que me gustan del libro son los pensamientos en primera persona que aparecen en la segunda parte. Me pareció donde hay más chicha, más carne cultural, ideológica, podrida, siempre podrida pero bueno, es lo que hay. Son reflexiones que, por supuesto, no me corresponden sino al personaje que, en cada caso, las lleva adelante.
–En tiempos de trolleo y hate, teniendo en cuenta tu gran presencia en la red social X (Twitter), ¿pensaste en la repercusión que puede llegar a tener? ¿Te preocupa?
–Me importa poco. Parece que hay mucha gente que me insulta en Twitter. Ahora son mileistas, en otra época eran otros. Mientras me insulten sin errores de ortografía y, si es posible, sin sintaxis demasiado mala, no me importa.
–¿Qué análisis hacés hoy del gobierno de Milei?
–Buena parte de lo que está pasando tiene que ver con lo que temíamos que pasara. Por un lado, el empobrecimiento de muchas personas, pérdida de muchos empleos, dificultad de muchísima gente para llegar a fin de mes. Por otro lado, un aumento de la represión que tiene que ver con acusaciones disparatadas e infundadas a gente que va a manifestarse en una plaza y la acusan de estar dando un golpe de Estado. Disparates dichos con la porra o la pistola en la mano, por un lado, y el fiscal adicto por otro. Todo eso es bastante parecido a lo que imaginábamos que iba a pasar. La variable de ajuste ahí es cuánto va a soportar mucha gente que esto pase. Creo que ahí hay un dato decisivo: creo que muchas personas aguantan mucho más de lo que normalmente lo harían porque no ven ninguna alternativa. No se plantea ninguna que no sea demasiado parecida a aquellos que con sus veinte o treinta años de desastres provocaron que se eligiera a Milei en primer término. Ahí está la encrucijada del asunto. Mientras no surja una alternativa, Milei va a tener un apoyo desproporcionado, inverosímil.
–Lo deslizás un poco también en una de tus últimas columnas en el diario El País, «Somos conservadores», que hace un análisis interesante de las posturas actuales del progresismo
–Los que supuestamente siempre intentamos cambiar para mejor la sociedad donde vivíamos, ahora estamos tratando de conservar aquellas eventuales mejoras, lo cual nos pone en un papel muy deslucido. Son mejoras que valen la pena ser conservadas (la salud y educación pública, la libertad de prensa, la democracia) pero, al mismo tiempo, son las características de sociedades en donde mucha gente vivió muy mal. Entonces ellos tienen todo el derecho de decir: ¿Por qué voy a querer seguir con esto que no me ha ayudado a vivir como me merezco? La mayor manifestación que hubo en la Argentina en los últimos tiempos fue en favor de conservar la Universidad Pública, que está muy bien pero eso no es una propuesta distinta de lo que pasó en estos últimos veinte años. Eso nos pone en una situación muy pasiva, de poca iniciativa. Nos hemos vuelto conservadores.
–En este sentido, algunos describen a Javier Milei como un político audaz y destacan ese atributo.
–Como si fuese algo positivo per se. Es un mérito si lo usás para algo que valga la pena. Si no, puede ser una estupidez. Ante tanta falta de esa actitud, pareciera que tenerla ya es un mérito en sí. Y no lo es.
–Hace poco tuiteaste algo acerca del uso de las palabras acerca de una noticia sobre Antonella Roccuzzo. Te referías al uso de la palabra revolución.
–Leí un artículo en La Nación que decía que Roccuzzo había revolucionado las redes sociales por su maquillaje. Digo: las palabras revolución, red o social significaban un poco más que ese momento en que una chica se decide a ponerse rimmel en público. Lo curioso es que lo tuiteé y hubo mucha gente que me contestó diciendo que lo que pasaba era que yo formaba parte de una ofensiva kirchnerista contra Messi. No conseguían leer que yo no estaba hablando de Antonella Roccuzzo sino de cómo un diario de nuestra capital usaba las palabras. Es totalmente distinto. Y me impresiona esa incapacidad para leer. Que, por supuesto, se corresponde con esa incapacidad para escribir del periodista.
Sobre la degradación de las palabras:
usos tristes de la palabra revolución, la palabra social, la palabra red, la palabra evento, la palabra paso. https://t.co/gq8Bfn21i0— Martín Caparrós (@martin_caparros) June 19, 2024
–Por último, ¿estás escribiendo algo? ¿Se viene algún otro lanzamiento?
–En octubre, probablemente, va a salir un libro raro, que nunca pensé que iba a escribir pero ya entregué: son como unas memorias un poco atravesadas por esta enfermedad que me tiene en silla de ruedas pero no sólo eso. Hay como una mezcla de esos elementos. Es un libro gordo. Se llama Antes que nada. Saldrá por Random.
–¿Habías pensado antes en escribir tus memorias?
–No, nunca. Me parecía como una rara jactancia pensar que lo que me pasó en la vida le puede interesar a alguien. Siempre creí que no tenía que hacer eso. Pero la enfermedad me hizo reconsiderarlo y me puse a escribirlo casi sin expectativa. Simplemente porque era lo que quería en ese momento sin pensar eventualmente en publicarlo. Al final fue armándose algo que sí me importa publicar.
–En formato papel, tradicional, esta vez.
–Sí, aunque quiero creer que la forma de la prosa tiene algo un poco distinto. Hay bastante poesía adentro. Memorias, en el sentido clásico, intervenidas por otras cosas en el medio. Está raro.
Martín Caparrós básico
- Nació en Buenos Aires en 1957 y se licenció en historia en París.
- Dirigió revistas de libros y de cocina, recorrió medio mundo, tradujo a Voltaire, Shakespeare y Quevedo, recibió el Premio Planeta Latinoamérica, el premio Rey de España y la beca Guggenheim.
- Publicó entre muchos otros libros las novelas A quien corresponda, Los Living (Premio Herralde de Novela 2011), Comí y Echeverría; las crónicas de Una luna y los ensayos El Hambre y Ñamérica.
- Este año publicó los seis títulos sobre casos policiales que componen la serie Los tangos de Rivarola, con Ñ y Penguin Random House.