Del periodismo a la ficción, no hay un solo paso: hay un puente que desandar. Luego de frondosos recorridos en la escritura ligada a los hechos, Luis Novaresio, Hugo Alconada Mon, Cristina Pérez y Florencia Etcheves se animaron a cruzar ese puente. Sin embargo, cada experiencia es única. En algunos casos, la ficción parece como un sueño a realizar. Otras veces sucede al revés: se parte de la literatura para poder construir un periodismo más rico.
Luis Novaresio, conocido por su aguda perspicacia como periodista, ha dado un paso hacia el otro lado del mostrador, dejando el confort de las preguntas para adentrarse en la incertidumbre de las respuestas. Su transición del periodismo a la literatura de ficción no es solo un cambio de formato, sino un acto de exploración personal y filosófica que revela las sutilezas y complejidades de estos dos mundos que, aunque distintos, se rozan constantemente.
Novaresio incursionó en el periodismo de muy joven. Con 22 años, comenzó a trabajar en Canal 3 Rosario. Después le siguió una larga trayectoria: pasó por medios rosarinos como porteños. En 1995 condujo el programa 10 puntos en Radio 2, que culminó con un share de audiencia del 60%. Trabajó en Radio 10, pasó las tardes trabajando en el programa El Puente. Desde el 2013, conduce Empezando el día por Radio la Red.
En diálogo con Clarín Cultura, admite que ser el entrevistado le genera una incomodidad inédita. Acostumbrado a dirigir la narrativa a través de preguntas incisivas, ahora se enfrenta al desafío de articular respuestas sobre un terreno que, aunque siempre lo ha tentado, resulta aún nuevo: la ficción. «Es un trabajo tan nuevo, tan no transitado, como es hablar de una novela que escribí», reflexiona sobre la reciente publicación de Todo por amor pero no todo (Alfaguara).
Pero la radio no es el único formato que recorrió Novaresio. En televisión, fue panelista de programas periodísticos y conductor de sus propios ciclos en C5N y América 24. Hoy conduce Debo Decir por América TV. Además, escribió en Rosario/12, Crítica de la Argentina, El Ciudadano y Perfil. Es columnista de Infobae, La Capital de Rosario y Diario Uno de Mendoza. Fue uno de los conductores del primer debate presidencial de la historia argentina en 2015.
La chispa de la filosofía
Su reciente decisión de explorar la literatura no es un capricho momentáneo, sino el resultado de una larga relación con las palabras. «Hace 50 años que empecé a escribir esta novela», dice, entre broma y verdad, refiriéndose a sus primeros pasos en la escritura. Sin embargo, la chispa se encendió en un curso de filosofía en Buenos Aires, donde encontró la excusa perfecta para dejar volar su imaginación.
La filosofía, que siempre lo acompañó como una pasión no académica, se convirtió en el andamiaje sobre el cual construir su historia. «Definitivamente, la filosofía fue la puerta de entrada a la ficción», afirma Novaresio, ganador al Premio Martin Fierro en 2017 como Mejor Periodista.
La obra de Novaresio se convierte en un espacio de reflexión donde las preguntas filosóficas sobre el amor y la existencia se mezclan con las experiencias cotidianas. Aquí, la ficción no solo cuenta historias, sino que invita al lector a cuestionarse, a enfrentar sus propias ideas preconcebidas. «La filosofía lo único que hace es plantearte más preguntas», señala, evocando la figura de Berta Olas, la profesora ficticia de su novela, que utiliza el caos de la vida cotidiana como trampolín para discusiones filosóficas.
Pero el cruce entre periodismo y ficción no es solo una cuestión de temas, sino también de método. Novaresio optó por darles voz a sus personajes, permitiendo que el lector sea quien forme su opinión. «Traté de no juzgar y de que nadie saliera más o menos favorecido», revela, reflejando un deseo de transparencia propio del periodismo.
En este cruce de caminos, Novaresio no solo se aventura a contar historias ficcionales, sino que también invita al lector a un juego lúdico donde la filosofía, la literatura y la vida se mezclan. «Quería jugar a lo otro», confiesa, recordando cómo deliberadamente evitó cualquier alusión a la política en su novela.
En un mundo donde cada vez más los límites entre la realidad y la ficción se difuminan, el viaje de Novaresio del periodismo a la literatura se presenta como una invitación a cruzar esas fronteras, a jugar con las palabras y, sobre todo, a nunca dejar de preguntarse. «Si logré que alguien se haga algunas preguntas, la misión está cumplida», concluye, recordándonos que, en última instancia, tanto el periodismo como la ficción comparten un mismo fin: hacer que el lector piense, cuestione y, tal vez, vea el mundo con nuevos ojos.
La ficción y el verosímil
También Florencia Etcheves, reconocida periodista de prensa y televisión, ha transitado durante años el vertiginoso mundo de la crónica policial en el Grupo Clarín, donde narró crímenes y sucesos oscuros. En su faceta como escritora de ficción, esas experiencias se reconfiguran. «Mi experiencia trabajando como periodista es la caja de herramientas que yo uso para poder escribir ficción», comenta Etcheves a Clarín Cultura.
Etcheves publicó La virgen en tus ojos, La hija del campeón y Cornelia (todos en Planeta), entre otros títulos. Muchos de esos libros fueron de tinte policial o thriller, la autora camina cerca de lo que más conoce. «Los lugares donde estuve, los testimonios que escuché, los olores, los ruidos, las sensaciones… Todo eso está dentro de mi cabeza y me ayuda a la hora de concretar dentro de mi escritura de ficción», explica Etcheves.
Este anclaje en la realidad se convierte en una suerte de réplica de lo que vivió en sus años cubriendo noticias. No se trata solo de inventar personajes o giros narrativos, sino de darles una profundidad que resuene con la verdad, incluso cuando todo lo que rodea la historia sea inventado. «Hay una suerte de réplica de lo que viví como periodista durante tantos años», añade.
Pero la influencia del periodismo en su escritura no se detiene ahí. Etcheves también trabajó durante años en la televisión, un medio que, según ella, le ha dejado una marca indeleble en su manera de narrar. «Cuando yo escribía los guiones de lo que después editaba, siempre tenía muy en cuenta las imágenes», recuerda. Esta habilidad para visualizar la escena antes de escribirla es, sin duda, una de las fortalezas que traslada de la pantalla a la página, dando a sus relatos un carácter cinematográfico que atrapa al lector.
A pesar de estos cruces, Etcheves es enfática al distinguir entre ambos oficios. Para ella, las libertades creativas de la ficción son «absolutamente todas», algo que no tiene cabida en el ámbito periodístico, donde solo deben prevalecer «los datos y los hechos que sucedieron y se están investigando». Esta separación es crucial para Etcheves, quien considera que cuando la ficción se infiltra en el periodismo, este deja de ser tal.
No obstante, incluso dentro de la ficción, su rigor periodístico no desaparece del todo. En su novela La cocinera de Frida (Planeta), por ejemplo, y aunque introduce un personaje inventado en la vida de Frida Kahlo y Diego Rivera, se apoyó en una exhaustiva investigación para recrear con precisión el contexto histórico de 1940. «Lo trabajé como una investigación periodística aunque era una novela de ficción», admite.
Volver al siglo XIX
En los márgenes del periodismo y la literatura, Hugo Alconada Mon traza un camino que se desdibuja y se redefine en cada palabra. Con la precisión de quien ha pasado años investigando desde la trinchera periodística, se sumerge en las aguas profundas de la narrativa histórica y policial, construyendo un relato que trasciende la simple crónica de los hechos.
«Escribir sobre los últimos 20 años del siglo XIX en la Argentina es como adentrarse en el origen de nuestra contemporaneidad», comenta sobre su libro más reciente La ciudad de hierro, editado por Planeta. Este período, dice, es donde la Argentina empieza a tomar forma, con la llegada masiva de inmigrantes y la consolidación de instituciones que definirían el destino del país. Es la época de la Ley 1420, de la educación pública, laica, gratuita y obligatoria, y el nacimiento de partidos como el radicalismo, que traería consigo el voto universal y secreto.
La fascinación de Alconada Mon por esta etapa histórica no es casual. Es el fruto de una obsesión que lo ha llevado a leer incansablemente sobre la política, la economía y la sociedad de aquellos años. «Escribir es otra forma de aprender», confiesa, y es en esa búsqueda de conocimiento donde el periodismo se encuentra con la literatura. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la narrativa sino una investigación constante, una búsqueda incesante por entender el mundo?
La escritura de su libro se convierte, entonces, en un rompecabezas que requiere paciencia y, sobre todo, una minuciosa labor. Alconada Mon no se conforma con los archivos históricos; va más allá, visita los lugares, conversa con los descendientes, revisa objetos que, aunque parecen inertes, están cargados de historias que esperan ser contadas.
«Hablé con los descendientes de Juan Vucetich (el protagonista de su novela), me mostraron sus archivos personales, cartas que guardan como tesoros», relata. De esas cartas nacen algunas de las frases que pone en boca de sus personajes, dotándolos de una autenticidad que trasciende la ficción.
Es aquí donde el periodismo y la literatura convergen en su obra. La libreta que llevaba Eduardo Álvarez, el primer detective de la Policía de Buenos Aires, no es solo un objeto; es un símbolo de una época y de una forma de trabajar que su protagonista, Valentín Hierro, adopta casi como un ritual. «La libreta es una metodología, una manera de pensar y resolver», explica Alconada Mon.
Podría ser difícil, entonces, identificar cuando se cruza ese puente, donde comienza la fusión de uno y otro oficio una vez que convergieron. Etcheves reconoce que ha adquirido más herramientas con el tiempo, pero asegura que las «dos Florencias» –la periodista y la escritora– son figuras distintas. Sin embargo, ambas comparten una pasión inquebrantable por contar historias, ya sea en la realidad o en la ficción. «A mí me gusta contar historias, me gusta el ‘Había una vez’ y ver qué genera eso en el otro», concluye.
Vocabulario, estilo y originalidad
Cristina Pérez, reconocida periodista y autora de Tiempo de renacer, ofrece una perspectiva particular sobre esta fusión en diálogo con Clarín Cultura: “La literatura me ayuda a construir una narrativa periodística más rica en vocabulario, estilo y originalidad. Como en aquel clásico de Tom Wolfe, El Nuevo Periodismo, el escritor puede poner al servicio de la verdad con las técnicas de la ficción. Se puede escribir bonito aunque uno se dedique a las urgencias de la información”.
El periodismo, históricamente anclado en la objetividad y la precisión, se encuentra en un diálogo constante con la narrativa literaria, que permite explorar la profundidad de los hechos con una riqueza estilística que va más allá de lo informativo. Así como el teatro no es falsedad sino representación, Pérez argumenta que “la libertad creativa no es libertinaje y responde a un pacto fundamental con la verosimilitud”.
Pérez utiliza sus novelas para resolver, con hipótesis literarias, los vacíos que la historia deja en biografías incompletas, un proceso que revela cómo la narrativa puede arrojar luz sobre lo que los documentos no prueban.
En sus palabras, “en periodismo hay un terreno hipotético que depende de la imaginación y del análisis de las pruebas, así como también del conocimiento de lo humano”.
“La literatura ilumina al periodismo”, declara Pérez, enfatizando que ambos campos, aunque persiguen propósitos diferentes, comparten la misma materia prima: las palabras y la comprensión del mundo.