El Museo de Arte Moderno no deja que cualquiera dibuje en sus paredes. De hecho, la artista brasileña Tadáskía es la primera en dejar su huella en los muros de la galería de la planta baja del MoMA, donde recientemente se inauguró la exposición Projects: Tadáskía, que podrá verse hasta el 14 de octubre.
Esto llega en un momento de mayor visibilidad de la artista, que sólo tiene 30 años. Al mismo tiempo, algunas de sus obras se exhiben esta semana en la feria Art Basel.
Con carbonilla y pasteles secos de todos los colores imaginables, Tadáskía pasó dos semanas en el MoMA creando un mural lleno de figuras de pájaros en medio de remolinos y formas curvas en una composición enérgica e inquieta con contornos negros. En el centro de una de las secciones aparece una forma roja, dentada y con forma de boca.
Tadáskía es una artista negra trans con un abordaje espiritual y profundamente sentido de su obra. «Empecé con los ojos cerrados y realicé una plegaria, ofreciendo los dibujos al mundo», dijo de pie en la galería, rodeada de curadores y ayudantes. En una plataforma rodante se apilaban cajas de pasteles parcialmente usados.
En una entrevista, habló en parte en inglés y en parte en portugués brasileño, traducido por el director de su estudio.
En lugar de planificarlo todo, «lo hice libremente», dijo Tadáskía de su composición mural, que hizo a mano, trazando de algún modo curvas que parecían creadas con transportador.
Un elevador hidráulico
Parte del dibujo alcanza más de 6 metros de altura y lo realizó de pie sobre un elevador hidráulico.
La instalación de Tadáskía en el MoMA, una colaboración con el Studio Museum de Harlem, es su primera presentación individual en Estados Unidos.
Arriba del mural hay montados dibujos de otra obra de la artista que el MoMA adquirió hace poco: «ave preta mística mystical black bird» (2022), un libro sin encuadernar de 61 páginas con un protagonista alado y un texto poético. La instalación también incluye dos esculturas curvas en el piso de la galería.
La visita de Tadáskía a Nueva York para crear la pieza es la primera que realiza a Estados Unidos. Creció en Río de Janeiro y sigue viviendo allí, aunque viaja a menudo a San Pablo. «Es increíble tener esta oportunidad», dijo. «Me emociona».
El otoño pasado, después de un año sin representación, unió fuerzas con Fortes D’Aloia & Gabriel, una galería con sedes en San Pablo y Río, que expone sus obras esta semana en Art Basel (Suiza). Entre los tres dípticos de su stand figura «lacraia tears» (2024), realizado con pastel seco, carbonilla y bolígrafo.
Tadáskía también tiene una pieza en Parcours, la sección de la feria que instala arte en espacios públicos de la ciudad de Basilea. Su pieza, «las negras trans» (2024), está formada por siete banderas que muestran figuras abstractas y utilizan como fondo los colores de la bandera oficial de los transexuales (celeste, rosa y blanco). «Nunca había trabajado con banderas», dice Tadáskía. «Eso le da una referencia más política».
La condición trans
El tema trans explícito de la obra Parcours está relacionado con su instalación del MoMA. «Para mí, ser trans está relacionado con ser humano, y el dibujo humaniza la condición de ser trans», dijo. «Una cosa que se convierte en otra cosa, transformación y ambigüedad».
Los pájaros del mural – que podrían estar subiendo o bajando, según se mire – se inspiraron en parte en una experiencia que tuvo a los 18 años en una conferencia para estudiantes becados, cuando estaba a punto de entrar en la universidad. Conoció el sankofa, un pájaro mítico, símbolo del pueblo akan de Ghana.
Tradicionalmente, el ave se representa girando hacia atrás y puede referirse a la importancia de conocer el propio pasado. También recuerda haber visto la imagen del sankofa incorporada a las rejas que rodean las ventanas de los edificios de las afueras de Río.
«Un pájaro negro místico puede volar a dimensiones ocultas», dijo, y añadió que para ella significaba «liberación, pero no una liberación personal, sino compartida».
Las raíces africanas de la sankofa son significativas para Tadáskía por lo que ella denomina el origen afroindígena de su madre, que, según dijo, también fue el origen de su intensa paleta de colores (además de su aprecio por Picasso y Matisse, añadió).
«En mi infancia siempre estaba dibujando», contó. También le encantaban los dibujos animados. A los 11 años contrajo una infección bacteriana que le paralizó parte de la cara. En el hospital, una enfermera le regaló Las fábulas de La Fontaine, un libro del siglo XVII que despertó su interés por la lectura y la escritura.
Quedó fascinada con los animales parlantes de las fábulas, aunque dijo que se aleja de La Fontaine en un aspecto importante. «Al final, todas las fábulas tienen una moraleja», dice, «pero mi obra no trata del bien y el mal».
Tadáskía llamó la atención del mundo del arte cuando participó en la Bienal de San Pablo 2023, «Coreografías de lo imposible». Su proyecto, del tamaño de una habitación, era similar al del MoMA, pero más pequeño, e incluía el mismo libro de dibujos que adquirió el MoMA. Trabajando sola, Tadáskía tardó dos semanas en realizar la parte del mural de esa instalación.
Nuevas formas de ver
«Cuando entré en la instalación, me sentí realmente inspirada», dijo Thelma Golden, directora y curadora jefe del Studio Museum de Harlem. «Tenía una fuerza visual increíble que me resultaba familiar, pero también me abrió a nuevas formas de ver y creer en el arte».
Golden agregó que lo atractivo era «la confianza y la fuerza de sus trazos».
Golden organizó la exposición con Ana Torok, curadora adjunta de dibujos y grabados del MoMA, y Kiki Teshome, ayudante de curaduría del Studio Museum. El proyecto de Tadáskía es el quinto de una serie de colaboraciones entre los dos museos desde 2019. El Studio Museum está cerrado mientras se construyen sus nuevas instalaciones.
Mientras Tadáskía hablaba en la galería del MoMA, los asistentes pintaban de blanco cualquier marca aislada que hubiera en las esculturas de piso con forma de isla: pequeñas plataformas que tenían dibujos en pastel en la parte inferior, plantas como los pastizales de las dunas y totoras adheridas encima y cuencos con líquido colocados sobre ellas.
Tanto para las esculturas como para los murales, Tadáskía dibujó ella misma los contornos con carbonilla y los cinco asistentes la ayudaron a rellenar los colores. Se los animó a sugerir tonos acordes con la paleta personal de la artista. «Así fue mucho más rápido», explicó. «Yo sola habría tardado dos meses, no dos semanas».
La sucesión de jornadas laborales de ocho horas fue agotadora. «Tengo que estar muy descansada para hacer esto», dijo Tadáskía.
No es que eso la asuste de la vida en la gran ciudad. «Quiero vivir aquí», dijo de Nueva York. «Quizá en Brooklyn».
© The New York Times / Traducción: Elisa Carnelli