“El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor”, afirmó Umberto Eco en Nadie acabará con los libros, obra coescrita con Jean Claude Carrere. Esa frase puede ilustrar también la permanencia y crecimiento de la Feria del Libro Antiguo, organizada por primera vez en Buenos Aires en 2004, en el Museo Larreta, y que este año retornó al CCK y donde quedan tres días para recorrerlas hasta el domingo 22.
Con entrada libre y gratuita y organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (ALADA), la feria, abierta de 14 a 20 permite conocer y quizá comprar tesoros en algunos de los stands. Además ofrece espacios del Archivo General de la Nación, de la Galería Mar Dulce y de la Biblioteca Argentina para Ciegos (BAC), entre otros.
Tesoros de papel
“Comencé con la primera feria en 2004 y veo que hay una renovación en el público, hay jóvenes con otra mirada. Hay un rescate, por ejemplo, de las vanguardias históricas de principios del siglo XX, tanto en artes plásticas como en literatura”, dice Roberto Vega, presidente de ALADA y propietario de Hilario. Artes, Letras y Oficios, ubicada en un primer piso sobre la calle Libertad.
Este librero explica: “Alrededor de esta nueva corriente de búsquedas, hay autores a los que se les pone el ojo, como Oliverio Girondo. Y antes buscar libros ilustrados por Norah Borges era poco significativo, y eso cambió mucho”.
Entre otros, hay un stand de The Book Cellar & Henschel, especializada en idiomas pero que también tiene Adrogué, de Jorge Luis Borges, justamente ilustrado por su hermana Norah. La librería El Escondite, de Palermo, ofrece un ejemplar del Tratado de las obligaciones del hombre. Adoptado por el Exmo. Cabildo para uso de las escuelas de esta Capital, impreso en Buenos Aires en 1816.
Por supuesto, estará la clásica Librería de Ávila, ubicada en diagonal al Colegio Nacional de Buenos Aires, que presenta, entre otras cosas, una primera edición de Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, dedicada por el autor a Samuel Eichelbaum.
Desde Rosario está el librero anticuario Armando Vites, con un volumen de Rusia en 1931 (reflexiones al pie del Kremlin), de César Vallejo. La BAC muestra una edición en Braille de El gaucho Martín Fierro, de 1972, con ilustraciones en relieve. Y Aizenman, librería anticuaria de Palermo, tiene, entre otras gemas, un ejemplar original en francés del Manifiesto Surrealista de André Breton.
Ya por fuera del mundo libro pero dentro del universo de los impresos, hay otras maravillas: Helena de Buenos Aires, librería ubicada en la calle Esmeralda, aporta varios ejemplares del semanario humorístico porteño Don Goyo, publicados por Editorial Haynes en 1927, con tapas a color. Terra Nova Maps, cuyo local está en un subsuelo en la peatonal Florida, trae un Atlas del Plano Catastral de la República Argentina de 1901, por Carlos de Chapearouge. Y la Librería Rayo Rojo, que tiene sedes en Barrio Norte y Flores, luce joyas como un afiche de Invasión, la película filmada en 1969, con guiones de Borges Y Adolfo Bioy Casares.
Todas las charlas la charla
Una figura central de la feria es Julio Cortázar; al cumplirse 110 años de su nacimiento y 40 de su muerte, se exhiben primeras ediciones, fotos inéditas, manuscritos, libros autografiados, plaquettes de bibliófilo y curiosidades, que, de acuerdo a las autoridades de ALADA, “acompañan el ciclo de actividades para homenajear al cronopio mayor”.
“Cuando hay un homenaje a Cortázar siempre hay algo distinto. Tiene una pregnancia y un cariño y empatía en la gente que hace que haya siempre un plus. Hay gente que intenta justificar más desde el cariño que por la admiración, pero hay que recordar que Borges se jactaba de haber editado a Cortázar y publicó textos de Julio en su biblioteca personal, que editó La Nación”, dice Aquilanti, además propietario de la librería que lleva su nombre, ubicada en la calle Rincón, y que se especializa en arte, literatura, política, ciencia e historia latinoamericana. “¿Qué tanto hay que discutir a Cortázar? Es uno de los más grandes escritores de América Latina”, dice, entusiasmado.
Por su parte, Iglesias, periodista especializada en turismo cultural con especial preparación en la figura del autor de Rayuela, recuerda su especial bibliofilia: “En 1934 compró en una librería antigua un ejemplar del Ocio, de Jean Cocteau y lo acompañó toda su vida, fue uno de los pocos objetos que llevó a París”.
La periodista dice que “siempre” está en búsqueda de ediciones de Rayuela y, por fuera de la figura de Cortázar, ilustra su pasión por los libros antiguos con el hallazgo de una primera edición de una compilación de poemas de Idea Vilariño, entre las cajas y estantes de la feria Tristán Narvaja, en Montevideo.
El retorno del tacto
En tiempos de tanta virtualidad y de volatilización de objetos que siempre fueron tangibles, llama la atención la permanencia y expansión de esta feria. O quizá esa misma situación sea la que potencien este tipo de eventos, donde se siente el peso de la historia, del papel, de los libros. “Lo imprescindible es la materialidad. Los que trabajamos con el papel impreso, que disfrutamos de la tinta y del olor del papel con el paso del tiempo, sabemos que todo eso tiene un carácter especial”, dice Vega.
Justamente la feria cuenta con actividades bien tangibles, como de restauración y conservación de libros y fabricación y decoración de papel. Y hay una muestra sobre historia de la caligrafía y espacios sobre edición artesanal, litografías e ilustración.
“Internet acercó las partes, horizontalizó la información. Y lo digital potencia lo analógico, en el caso del libro antiguo”, asegura Vega. En su stand exhibe como gran atracción una colección de los 49 grabados xilográficos originales que formaban la obra El apocalipsis de San Juan, de Víctor Delhez, obra que iba a ser publicada por Kraft y que nunca vio la luz. “Fue un grabador europeo radicado en Argentina. Estuvo en Bolivia, después se radicó en Mendozay colaboró con el desarrollo del arte local. Tengo todas sus pruebas de impresión, con todas sus láminas, y hasta un original grabado, de un libro que quedó inédito”.
El arte también tiene espacio en Aquilanti. “Trajimos un gran lote de Líbero Badii, una artista plástico maravilloso, unas 100 piezas de él. Ese es un gran atractivo”, dice su dueño, sobre ese conjunto de libros, almanaques y catálogos de ese artista nacido en Italia en 1916, nacionalizado argentino en 1947 y fallecido en 2001. El librero, además de traer unos 100 libros de los 200 mil que tiene en su local, aporta “fotos muy icónicas de Perón y de Eva”. En suma, en el CCK vibran la historia y el presente durante todo el fin de semana.