FILADELFIA — La mayoría de nosotros va a vivir una vida muy larga y no debería preocuparnos mucho morir jóvenes.
Esas son las palabras de Jonathan Clements, de 61 años, quien escribió más de 1000 columnas sobre finanzas personales para The Wall Street Journal entre 1994 y 2015.
Planea como si fueras a vivir hasta los 90 años y ahorra debidamente, aconsejaba, cuando no estaba corriendo maratones o andando en bici.
En mayo, fue a una consulta médica porque tenía algunos problemas de equilibrio.
Dos días después, recibió un devastador diagnóstico de cáncer.
Los estudios revelaron un tumor del tamaño de una pelota de golf en el pulmón y la enfermedad se extendió al cerebro, el hígado y otros órganos.
Vivir más de 12 meses decentes sería una victoria.
“Sin duda, tengo poco tiempo”, admitió esta semana, cuando me senté con él a la mesa de su cocina.
Podría parecer de lo más insensible preguntarle a Clements si se arrepiente de los consejos que dio, pero él no le rehúye a casi ningún tema.
Ya convirtió su suerte terrible en una prosa vigorizante, llena de moralejas en negritas que publica en su sitio web, humbledollar.com.
Se arrepiente de muy poco. Yo quería averiguar por qué.
Historia
Alguna vez, Clements se describió como un quejumbroso profesional.
Sin embargo, para sus lectores fieles como yo, que seguíamos todos sus consejos al pie de la letra, él era el santo patrón de la prudencia presupuestaria.
(Clements y yo también fuimos colegas en The Wall Street Journal de 2002 a 2007, aunque mis incursiones ocasionales en su territorio periodístico me avergonzaban un poco, por lo que no traté de entablar una amistad con él en ese entonces).
Las instrucciones de planificación basada en la longevidad que les daba a sus lectores incluían tres componentes:
en primer lugar, ahorra lo más que puedas y lo antes posible, para que ese interés compuesto rinda a tu favor mucho más tiempo.
En segundo lugar, evita solicitar los pagos del seguro social antes de los 70 años, para que puedas aprovechar los pagos más grandes que se dan a partir de esa edad si llegas a los 90 años.
En tercer lugar, considera seriamente las rentas vitalicias fijas de pago inmediato, en las que inviertes, por ejemplo, 100.000 dólares y a cambio recibes un cheque mes a mes por el resto de tu vida.
Después, usa esos pagos sumados al seguro social y cualquier pensión que recibas para cubrir los costos básicos de vida.
Una vez que cubras los gastos de vivienda, comida y otros elementos esenciales con esos pagos garantizados, puedes gastar el resto en ti.
O invertirlo agresivamente (pues ya cubriste tus gastos mensuales) y así generar mucho dinero de sobra para tus herederos.
Aun con un salario de periodista, Clements logró las metas de ahorro de este plan.
Después de trabajar 23 años en periodismo, Clements tomó un empleo en Citibank en 2008 y duplicó sus ingresos durante los seis años que estuvo ahí.
En algunos años de su trayectoria profesional, ahorró un 30 por ciento de su sueldo.
También le fue útil casarse, ya que la madre de sus dos hijos es académica y su empleo ofrecía descuentos parciales de colegiatura.
Su divorcio quizá también le ayudó, aunque siguió gastando bastante en sus hijos.
“Yo tenía el control de todo”, afirmó.
“Podía ser tan austero o fastuoso como quisiera”.
De hecho, además de un componente bastante obvio —dos empleos de tiempo completo con excelentes prestaciones, cosa que muy poca gente talentosa tiene— el factor que más contribuyó al éxito de Clements como ahorrador para la jubilación fue su estilo de vida modesto.
“Pasé años viviendo en una casa que costaba mucho menos de lo que podía costear”, relató.
“Esas primeras décadas en aquella casa mediocre en los suburbios de Nueva Jersey me sirvieron mucho”.
En lo que respecta a la segunda y tercera parte de su plan de longevidad, lo más probable es que no logre llegar a esa parte del manual.
Aunque quisiera, no podría solicitar los pagos del seguro social sino hasta el próximo año, y de todos modos no planeaba comprar rentas vitalicias sino hasta mucho después.
Como las aseguradoras que ofrecen rentas vitalicias no suelen devolverte la suma fija que intercambias por un cheque mensual, el dinero que Clements no gastó en rentas vitalicias ahora beneficiará a sus herederos y hasta su esposa actual.
Así como todo lo que quede en sus cuentas de jubilación.
Para una columna de 2004 sobre austeridad, Clements consultó a un asesor financiero llamado Jonathan Guyton.
“No quiero ser el planificador financiero que tenga que ver a los ojos de un cliente de 85 años y explicarle por qué tiene tanto dinero y por qué no se ha divertido tanto en la vida”, le dijo Guyton.
Cuando me reuní con Clements, le hice la misma pregunta:
¿Será que fue, quizá, demasiado generoso con su yo del futuro durante toda su vida?
No creí que me respondiera que sí.
Había obras de arte que ama en los muros de la habitación contigua y una bicicleta de 3500 dólares en el sótano, la cual acondicionó como bici estática de entrenamiento porque sus médicos ya no quieren que salga a las calles.
En efecto, para los Jonathan Guytons del mundo, Clements ofrece evidencia de las investigaciones de la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor que demuestra que la mayor diferencia entre las personas con niveles altos y bajos de bienestar económico son sus ahorros.
“No he tenido preocupaciones financieras desde hace más de veinte años”, comentó Clements. “El principal beneficio que nos puede dar el dinero es un sentido de seguridad financiera, y la única manera de lograr eso es no gastarlo y ahorrarlo”.
“El principal beneficio que nos puede dar el dinero es un sentido de seguridad financiera, y la única manera de lograr eso es no gastarlo y ahorrarlo”.
Pero Clements también se divirtió.
Próximamente tiene viajes planeados a Irlanda, París, las montañas Pocono e Inglaterra, para la boda de su hijo, a pesar de que sus doctores lo asedian con medicamentos, radiación y quimioterapia.
Además, Clements tiene una perspectiva particular y más amplia de la diversión.
“Lo que más me gusta es levantarme, prepararme una taza de café, escribir y editar un poco, hacer ejercicio y comer bien, tomar una copa de vino”, relató.
“Eso es lo que he disfrutado hacer desde hace décadas y no puedo imaginar una mejor manera de pasar lo que me queda de vida”.
c.2024 The New York Times Company