«Plata”, “Guita», «tarasca”, “biyuya”, “teca”. Las decenas de tipo de dólares con las que lidian los argentinos. La inflación. La economía, ese tema espinoso, agobiante y, sobre todo, cíclico para los argentinos fue el objeto de trabajo de Leo Nuñez y Juan Pampín para su más reciente muestra, Una y otra vez, que se exhibe en Fundación Andreani.
En cinco instalaciones los artistas cruzan la historia económica, con la tecnología, la inteligencia artificial y dispositivos antiguos como el taxímetro del abuelo de Nuñez para evidenciar con humor e ironía las paradojas de la economía política y su carácter cíclico, una particularidad que derivó en que todos los argentinos, en algún momento de la vida, hayamos experimentados los mismos problemas.
En “Así tampoco” trabajan con la posibilidad de predecir la cotización del dólar, el sueño de todo argentino. Con la misma lógica que opera la inteligencia artificial, cargaron series estadísticas de distintas variables, como valor de la divisa estadounidense, cantidad de reservas en el Banco Central, inflación, precio del dólar blue, nivel de depósitos privados de los últimos 13 años para “entrenar” a la máquina. Cada determinada cantidad de segundos cruza datos y si arroja un dato positivo, lo almacena para aprender de éste. Todo este proceso es observado por el visitante en una pantalla colocada sobre el piso.
Lo que el visitante no ve y probablemente desconoce es la red neuronal artificial, el mecanismo interno con el que funciona la IA. Los artistas materializaron este sistema con unas series de círculos luminosos electromecánicos –nuevamente la cuestión circular que aparecerá en toda la muestra– que fueron colocados como lámparas que cubren el cielo de la instalación.
Utilizaron tecnología de la década del 30, por ejemplo lámparas alógenas, para recordarnos que aquello que creemos que es una novedad del siglo XXI hace casi 100 años que comenzó a desarrollarse. A su vez, Nuñez y Pampín aprovechan las luces y sombras y los enjambres de cables que se genera indirectamente para reforzar la cuestión estética.
¿Por qué eligieron la economía?, le pregunta Clarín Cultura a Nuñez. “Yo trabajo hace mucho con economía. He expuesto hasta en el Banco Mundial unos robots que se peleaban dependiendo del estado del dólar. A Juan (N.d.R el artista vive en Estados Unidos) le preocupa también porque tiene a su madre acá, está muy pendiente de todo lo que pasa”, comenta. Nuñez y Pampín son artistas, pero también argentinos y sus inquietudes son las mismas que las del lector.
La muestra continúa. Dispuestas en círculos hay banquetas que funcionan como soportes de ruedas de bicicleta que a su vez sostienen pequeñas vasijas de metal. Con movimientos lentos los cuencos vuelcan sobre otros dispuestos centímetros más abajo pequeñas figuras de vacas, monedas y soldaditos de juguete. Se mueven en sentido contrario a las agujas del reloj. Los objetos funcionan como símbolos de riqueza y problemas heredados por los gobiernos anteriores.
Un reloj que va para atrás
“Esta obra la pensamos como si fuesen doce partes de un reloj que va para atrás. Que va para el sentido contrario. Siempre está ésta idea de volver, se trasladan los elementos simbólicos. Y lo que está como siempre latente es esta idea de que algo se está por caer”, comenta Nuñez. En efecto, cada vez que una figura cae al piso un dispositivo amplifica los sonidos del golpe. Los vaivenes económicos se hacen sentir.
Hay una tercera gran obra, la que deja de lado la ironía y el humor para enfrentarnos a la realidad. Mezcla de video-instalación con objeto los artistas reunieron desde la vuelta de la democracia hasta la actualidad todos los valores del dólar y las variaciones de la deuda contraída con organismos internacionales de crédito.
En una gran pared se proyectan fragmentos de discursos de todos los presidentes y algunos ministros de Economía junto con el valor de la divisa de Estados Unidos y los millones adeudados a ese día. Mientras se escucha un sonido repetitivo, molesto por momentos, que emerge de un taxímetro antiguo. Cada bajada de bandera que marca el aparato es un salto en el tiempo, la mayoría de las veces también un salto en el monto total de dólares que debe la Argentina.
En Una y otra vez hay también una máquina de hacer billetes (¿quién no soñó de niño tener una así en su casa? De grande comprendimos gracias a un vicepresidente que puede constituir un delito intentarlo). A partir de distintas imágenes que los artistas le cargaron a la inteligencia artificial, al girar una manivela se obtiene nuestro papel moneda de ficción. Será la IA la que definirá qué combinación de sujeto-animal-símbolo-valor nominal nos tocará.
Quizás el visitante se vuelva a su casa con un billete de perrito –casualmente bastante similar a los mastines ingleses que tanto le gustan a Javier Milei– de 30 pesos; uno cuyo prócer resulte de cruzar las facciones de Donald Trump con las Juan Manuel de Rosas; o al estilo Cambiemos, deje de lado los próceres para colocar algún símbolo en los billetes, como un helicóptero. Ironías.
Damián Tavarovsky, que estuvo a cargo del texto curatorial, define a la exhibición como “una gran ficción montada por Núñez y Pampín, que trae al presente rostros del pasado, pero con discursos recurrentes”. A Una y otra vez le cabe, como a toda ficción, su descargo de responsabilidad: cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Una y otra vez, de Leo Nuñez y Juan Pampín. En Fundación Andreani (avenida Don Pedro de Mendoza 1987) de miércoles a domingos de 11 a 18 con entrada libre y gratuita.