El último día del 16º Festival Internacional de Literatura Filba tuvo un escenario sombrío: el Cementerio Británico, ubicado en el barrio de La Chacarita. Allí, yacen tres autores indelebles de la literatura argentina: Charlie Feiling, Sergio Chejfec y Támara Kamenszain. ¿Es posible revivir la voz de un autor a través de la palabra hablada? Los artistas Eduardo Stupia, Analia Couceyro y el comunicador Mariano Vespa se animaron a averiguarlo en un ritual donde leyeron en voz alta fragmentos de la obra de sus amigos cercanos. En simultáneo, los performers internacionales Charlotte Aigner y Žiga Jereb rememoraron fragmentos de la obra de Franz Kafka en alemán.
Tras cuatro días de actividades y con una propuesta más austera en comparación con las anteriores dado al contexto económico, el último día del Filba logró reunir a un amplio grupo de personas que se acercaron a escuchar fragmentos entre las tumbas.
El itinerario comenzó en la lápida de Charlie Feiling, nacido en 1961 y fallecido en 1997, y autor de El mal menor, la gran novela de terror de la literatura argentina. También escribió El agua electrizada, Un poeta nacional, Con toda intención (un libro de crítica) y otro que quedó inconclusa, La tierra esmeralda (recopiladas luego en un solo volumen titulado Los cuatro elementos).
Quien se ocupó de encarnar la voz del autor fue Mariano Vespa, periodista y gestor cultural. Su elección para el recorrido fueron poemas del libro extraordinario Amor a Roma porque, como dijo a Clarín Cultura, “la poesía tiene mucho anclaje sonoro”.
Vespa leyó “Nunca espero demasiado (o) Una consideración”, “Ruperto de Hentzau” y “Que escriban otros de ti”. “La elección tuvo que ver con intentar trabajar con antepasados británicos y la reescritura o reversión”, explicó y confiesó que era “la primera vez que leía en voz alta”. La solemnidad del cementerio, las cotorras y la potencia de Feiling lo respaldaron.
Siempre con nosotros
El recorrido entre las tumbas siguió hasta la de Támara Rebeca Kamenszain, escritora prolífica y fundadora de la licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). En el mármol, se encuentran inscritas las fechas: “9/2/1947 – 28/7/2021” y el mensaje “Siempre con nosotros. Tus hijos y nietos”.
Analía Couceyro, actriz, directora teatral y escritora se ubicó de espaldas a un árbol y leyó en voz alta fragmentos de La novela de la poesía, de Kamenszain que ampliaron el epitafio: “¿Escribir poesía, entonces, es hablar de la muerte?”.
El texto recorre reflexiones sobre la muerte, la vida, la poesía, el judaísmo y también el humor de su exesposo, Héctor Libertella, cuando se encontraba enfermo. En La novela de la poesía, Kamenszain decidió reunir todos sus libros. “Tengo bastante presente la obra de Támara porque trabajé con ella en un proyecto sobre sus libros y dudé bastante porque es muy fuerte el texto que leí, muy explícito sobre la muerte pero me parece que es muy ella”, contó Couceyro a Clarín Cultura. ¿Qué le sucede al cuerpo cuando lee cerca del simbolismo de un ser querido? “Fue muy emocionante”, respondió.
El epitafio del escritor y docente argentino Sergio Chejfec dice: “Mis dos mundos, etc”. Nació en 1956 y falleció en 2022. El ritual terminó con su evocación en la voz del artista plástico Eduardo Stupia quien, con vigor, leyó un fragmento de Lenta biografía.
Los participantes escucharon las oraciones contundentes de Chejfec como “El pensamiento es la verdadera materialización de la dimensión del espíritu que es el tiempo”. Algunos de los cuerpos que escuchaban se mecían de un lado a otro, como dejándose bailar por esas palabras que leía Stupía que reflexionan sobre el tiempo.
El final fue el broche de oro de un recorrido apacible que terminó con el torrente de pensamientos de Chejfec y su humor característico: “Desandamos caminos nunca recorridos y desde siempre constatados y es por esto también que todo misticismo es tanto una mentira y un engaño individual como una estafa moral, multitudinaria y generalizada. Me persiguen, me escondo entre estas papas y pienso: ¿Qué otra cosa podría hacer?».
Figura corporal
Mientras, en la capilla del cementerio, se desarrolló la performance Kafka Tanzt, que exploró qué le sucede a nuestros cuerpos cuando nos entregamos completamente al lenguaje kafkiano. La recitadora alemana Charlotte Aigner, quien forma parte de la junta directiva de la Sociedad Austríaca Franz Kafka y es psicoanalista, interpretó fragmentos de la obra de Kafka y el bailarín esloveno Žiga Jereb se desplazó por la capilla con movimientos pasionales y estrujantes. La literatura se convirtió así en una figura corporal con sonido.
Aunque había una traducción a la que se podía acceder a través de un código QR, la propuesta fue dejarse llevar por la coreografía de los artistas. Los performers solo tenían un micrófono, que por momentos se turnaban, y una sábana blanca como elementos escenográficos. El poder estuvo en el tono, las miradas y en la danza – por momentos suave y por otros intensa que dejó al público conmovido–. No importó no saber alemán porque la palabra llegó a través del movimiento.
Tras estas actividades, quedó claro que “El silencio” fue el eje que conectó los cuatro días de las actividades gratuitas que se desplegaron por toda la ciudad. Silencio que se necesita para escribir, para recibir y también para pensar la literatura. Durante la tarde, hubo actividades en el teatro Orfeo, en Casa Gómez y a las 20 en el Centro Cultural 25 de mayo, Mariana Enriquez cerrará el festival con una lectura de sus cuentos y textos sorpresas.