03/05/2024

Las múltiples formas de la violencia confluyen en una muestra en Milán


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Foto: Prensa.

El amplio espectro de lo que puede significar la violencia, desde formas más sutiles como por ejemplo un cartel que indica que un patrimonio cultural y público está a la venta -obra del artista Leandro Erlich- hasta la figura de Cristo crucificado sobre un avión militar -de León Ferrari- se combina en la impresionante exposición «Argentina. Lo que la noche le cuenta al día», en el Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán, un museo municipal de 2.000 metros cuadrados que pretende acercar al público de esta ciudad cosmopolita un panorama del arte contemporáneo argentino, con un recorte del último medio siglo.

Tal vez porque desde «El matadero» de Esteban Echeverría la violencia es un tema fundante en la literatura argentina, no es desatinado tomar como punto de partida este tópico para desplegar un recorte importante e imponente del arte argentino del último medio siglo a través de 22 artistas de varias generaciones, en la exposición curada por el argentino Andrés Duprat y el italiano Diego Sileo, director del PAC, quienes estructuraron el conjunto en tres ejes: la ironía, la literalidad y la cita.

«Tranquilo, tranquila señora. El PAC no está a la venta ya que tiene una importancia cardinal en la vida de la ciudad de Milan», deslizó este lunes en la sala central del museo, Tommaso Sacchi, consejero de Cultura del Municipio de Milán, sentado junto a la instalacion pictórica conformada por 11 grandes lienzos de color rosa de Mariela Scafati, en una conferencia de prensa ante los medios italianos -donde Télam estaba presente- para acercar lo más destacado de esta exposición.

«La muestra no pretende dar cuenta de todo el arte argentino. Eso sería absurdo e imposible», detalla Andrés Duprat en diálogo con esta agencia, sobre el conjunto que arranca en la primera sala con «La civilización occidental y cristiana» de León Ferrari, puntapié inicial a un relato que se despliega a lo largo de las distintas salas e incluye nombres como Adriana Bustos, Ana Gallardo, Jorge Macchi, Miguel Rotschild, Alessandra Sanguinetti, Adrián Villar Rojas, Juan Sorrentino, Tomás Saraceno y Nicolás Robbio.

De este modo, una acaba representación del arte contemporáneo albiceleste se da cita hasta febrero de 2024 en esta ciudad, «la capital de la moda», donde las firmas más conocidas de la alta costura se multiplican a lo largo de sus calles, que reciben millones de turistas al año, que venden casi en cada esquina las camisetas del Milan y el Inter por 35 euros cada una y donde se puede visitar un hito de la historia del arte, «La última cena» de Leonardo da Vinci en el convento Santa Maria delle Grazie.

«Desde hace siete años que dedicamos una exposición anual a un país no europeo, para conocerlo a través de la mirada de los artistas. No es un acercamiento geográfico, etnográfico o antropológico pero sí es una mirada política a la cultura y a la sociedad de ese país, siempre a través del arte contemporáneo. Comenzamos con China, hemos seguido con Japón, con Brasil, y es el turno de la Argentina, una ocasión para presentar y promover su cultura», explicó a Télam Diego Sileo, el director del PAC, un museo que recibe 50.000 visitantes al año y que está emplazado en una de las áreas artísticas de la ciudad, contiguo al Museo de Arte Moderno, enfrente del Museo de Historia Natural, cerca del Planetario y a menos de un kilómetro del Duomo, la joya más grande de esta ciudad.

Sin dudas, uno de los highlights de la exposición es «La civilización occidental y cristiana» de León Ferrari, obra de los años 60 que fue censurada en su estreno pero con la que también el argentino ganó el León de Oro en Venecia, acá en este mismo país: «Una obra que da cuenta de su vigencia», señala Duprat durante una recorrida por la sala. Justo a un costado pero de frente a la puerta de ingreso, se ubica la instalación «La barrendera» de Liliana Porter, habituada a colocar a pequeñas figuras frente a situaciones o dramas desmedidos, como es el caso de esta minúscula barrendera que tiene por delante la labor de limpiar cientos de objetos incluidos violines y violonchelos que la exceden ampliamente, con referencias a «El hombre con el hacha» que se vio en el Malba.

«La barrendera está en esa clase de situaciones donde querés borrar todo lo anterior o querés empezar de nuevo. Sirve para mí como metáfora del tiempo, de las cosas que van pasando. Hay situaciones, hay alguien que limpia y hay alguien que rompe. Si uno se acerca va encontrando otros relatos, como en la realidad. Puede mostrar cosas de lo que uno quisiera que sea o de lo que uno se acuerda», desgrana Liliana Porter en diálogo con Télam, a poco de la inauguración. También se incluyen de ella unas fotos históricas que realizó en los 70 con Luis Camnitzer, en Nueva York. «Era una época en que jugaba con la idea de la representación», relata sobre las imágenes blanco y negro con dibujos sobre sus caras, fragmentadas.

También allí en el ingreso se ubican cuatro piezas de Lucio Fontana, «el artista en disputa», sugiere Duprat entre risas, ya que los italianos suelen presentarlo como propio pese a que nació en la ciudad de Rosario. «Es un artista clave que articula ambas escenas», agrega el curador argentino. De él se encuentran tres dibujos hechos en Buenos Aires donde ya comenzaba a ensayar aquello que le daría notoriedad luego en Italia: los conceptos espaciales, las telas cortadas con tajos.

Otro tipo de violencia, bastante más estruendosa, es aquella inmensa mole que simula ser de brea negra -aunque es en verdad un material ultra liviano- que despliega en unos de los lugares protagónicos de la sala -junto a los ventanales del museo, de 35 metros por seis- del artista Eduardo Basualdo, en línea con lo que exhibe recientemente en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, una catástrofe en monocolor, de cuerpos aplastados. «Toda mi obra habla de algo tan anecdótico como existencial como lo es una catástrofe. Una fuerza que está más allá de tu decisión, ya sea la erupción de un volcán o un genocidio, un ser humano está atrapado en una escala de movimientos»,  cuenta a Télam el artista que realizó la obra especialmente para este espacio con la ayuda de cuatro estudiantes locales de Bellas Artes.

Apenas mirar hacia la sala principal del museo, se puede ver en las alturas, balconeando, las «Bocanadas» de Graciela Sacco, una larguísima pared de treinta metros de largo plagada de esos gritos, esas bocas en alarido, que nacieron en el 93, «pensadas para el espacio público, efímeras, que se resignifican cada vez que se instalan en un espacio y con el paso del tiempo», cuentan a Télam los hijos de Sacco, Marcos y Clara, que llegaron para el estreno. «Se cumplen 30 años de la serie ‘Bocanada'», señalan, apuntando a su vigencia.

En la sala principal del museo es posible encontrar por ejemplo la pieza de Cristina Piffer, quien enfoca su trabajo en la violencia sobre los pueblos originarios a través de la imagen de «Doscientos pesos fuertes», sellada sobre una vitrina con sangre en polvo -un producto industrial. Una serigrafía con estarcido de sangre en polvo, que replica la imagen de los billetes que se emitieron en Argentina a mediados del siglo XIX, con el ganado y la tierra: «La emisión de estos billetes coincide con la campaña del desierto. Estos billetes muestran el modelo de país que se estaba pensando. Los billetes con sus marcas de agua, el ganador con sus marcas, y la tierra también con sus marcas de propiedad», define la artista que recibió recientemente el Premio a la Trayectoria.

En la parte más «histórica» de la muestra, junto al registro de «El partenón de libros prohibidos» de Marta Minujín -entre fotografías y videos- y la foto performance de Liliana Maresca, titulada «Maresca se entrega, todo destino» -donde pone su cuerpo como un elemento de mercantilización en una década -los 90, donde todo era vendible- se ubica una polémica performance de Alberto Greco. «Un delirio, una locura, una obra irreverente y en contra de la Iglesia», define Duprat sobre aquella pieza desplegada aquí en 16 fotografías: Greco, el creador de los Vivo Dito, se desnudó, besó a otro hombre, representó a Jesús, y por eso lo llevaron preso, lo echaron y nunca le permitieron volver a entrar a Italia. Pero eso fue bastante antes de que decida quitarse la vida, aquella noche en Barcelona en la que decidió escribir la palabra «fin» en la palma de su mano e ingerir un frasco de barbitúricos.

«La violencia -asegura ahora Diego Sieleo durante la conferencia de prensa ante medios italianos- puede estar desplegada sobre la realidad argentina de diferentes maneras: conceptual, metafórica, radical. El nombre de la performance que hoy inaugura la muestra al público, ‘Mundo de mierda’, de la artista Mariana Bellotto, es alusivo pensando en lo que se viene en este momento en Argentina», deslizó el director del PAC en referencia a los resultados del balotaje electoral.

Hay que decir que, a modo de precuela si esto fuera una película, la fachada del edificio PAC está tomada por el cartel de «En venta» -en italiano y con un teléfono de contacto que es nada menos el propio teléfono del museo- obra de Leandro Erlich, un gesto similar al que se vio en su exposición «Liminal» en Malba. 

«Hay un acto de ironía que es jugar con la idea de que el patrimonio cultural está al servicio del mercado inmobiliario y que las cosas se transaccionan; que un espacio cultural así puede perderse de la noche a la mañana. Me parece que es un acto de violencia», cuenta el artista a Télam. La ilusión ya está desplegada y será cuestión de ver si alguien llama al teléfono del cartel preguntando por la propiedad en venta.

Luego, entre la fachada y el ingreso a la sala, se impone la instalación de Matías Duville, «Precipitar una especie», una potente combinación entre los natural y artificial, entre caños de acero, aplastados por inmensas rocas, en cuyos extremos crecen de manera azarosa algunas especies de plantas, y que nació inicialmente como un dibujo, al igual que la mayoría de sus obras: «Esta instalación comenzó con unos dibujos que unían dos paisajes aparentemente opuestos. Ahí la conexión con el título de la muestra, del día y la noche, de dos cosas inmixiables y cómo se podrían fusionar», cuenta el artista y añade que sus dibujos son «casi diseños de catástrofes, espacios de libertad, donde mezclar opuestos», detalla.





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